EL DESCONCIERTO: Más allá del miedo y la soledad: La disputa por la identidad de género en las familias con niñez trans

La reivindicación de una nueva identidad por parte de un hijo o hija abre todo un proceso de tránsito también para las familias. ¿Cómo es este camino? ¿Quiénes los acompañan? ¿Qué pasa con los niños y niñas bajo tutela del Estado?

El hijo de Daniela Alvarado tenía cinco años cuando asumió su identidad ante ella. “Soy una niña, siempre he sido una niña. Cuando nací el doctor se equivocó. Me llamo Constanza y me gusta que me digan Coni”, le sinceró.
La madre había detectado desde los dos años que a su niño le gustaba vestir zapatos de mujer y pintarse los labios. De a poco, Daniela empezó a investigar y fue así que conoció la palabra transgénero. Pero nunca había ido más allá hasta que su retoño se reivindicó como niña. “Tuve que cambiar el chip en un segundo, cuando me dijo lo que sentía. No sabía cómo empezar, cómo hablar con ella”, explicó a El Desconcierto.

No existen datos oficiales para poder cuantificar la población transgénero en Chile. Sin embargo, según el Movilh, se toma como referencia que de cada 11 mil 900 mujeres una de ellas es trans, mientras que en los hombres esa proporción es de uno por cada 30 mil 400. De acuerdo a eso, y considerando los datos del Censo 2012, en Chile habría unos 260 hombres y casi 720 mujeres trans.

La mayoría de ellos han hecho su tránsito al otro género a partir de la juventud y adultez. Sin embargo, cada vez se dan más casos en que niños y niñas expresan a sus progenitores la incomodidad y el malestar con su propio cuerpo y empiezan ese camino desde la niñez, como Coni, que hoy tiene siete años.

Una mirada genitalizada
“Algunos lo manifiestan entre los cuatro o cinco años, diciendo que quieren que los llamen con otro nombre que el que les corresponde. Otros muestran –en el juego– simpatías por desempeñar el papel del sexo contrario. Así los padres perciben la identidad de género, aunque muchos prefieren ignorarlo debido al desconocimiento o a los prejuicios morales”, señaló Carol Andrea Barragan, psicóloga de la Asociación OTD Organizando Trans Diversidades.

“Las familias se sienten desorientadas, inseguras e incapaces de manejar la situación. A veces se generan conflictos entre los padres sobre el qué hacer y críticas por parte de la familia extensa”, indicó la experta.

Jimena Norambuena, activista de la misma organización y madre de Michel Riquelme, su actual presidente, participa como coordinadora en los talleres que la instancia ofrece, una vez al mes, a las familias y parejas de personas trans.

En las sesiones se trabaja la diferencia entre conceptos como sexo, género, orientación sexual e identidad sexual; o el acompañamiento a un hijo o hija trans durante la niñez y adolescencia.

“Quieren que les digas qué les va a pasar, lo que tiene que ver con los miedos de los papás y mamás, porque uno se hace muchas expectativas con su hijo. Vienen con una mirada muy genitalizada y con muchos miedos, observando esa realidad desde el prejuicio del mundo de la droga o la prostitución”, según Jimena Norambuena.

Armando Escoffier y su expareja acudieron a la asociación cuando su hijo se reveló como mujer, ya en la adolescencia. Tras varios años de intentar disimular su identidad real, el papá terminó aceptando el proceso que hacía tiempo venía haciendo la hija, que ya a los tres años decía que se llamaba Loreto.

“Le encantaba un chaleco rosado y yo le decía: ‘¿Para qué te vas a poner eso para ir al colegio?’, porque sabía que la iban a molestar. Yo trataba de llevarla por lo que entonces consideraba que era el camino del sentido común, pasar lo más piola posible, sin provocar”, detalló el progenitor.

“En el fondo había una tensión permanente entre ella y yo. Trataba de no ser represor, pero inevitablemente la cuestionaba”, agregó.

El padre reconoció que vivió muy “dramáticamente” la niñez y la primera adolescencia de su hija, que hoy tiene 17 años, pero que finalmente se acostumbró. “Cuando tu tienes un hijo o hija trans la familia se convierte en trans porque todos tenemos que transitar”, apuntó.

“En muchos casos -añadió- se vive un duelo que tiene que ver con el dolor de aceptar una situación que todavía se te hace monstruosa en tu cabeza”, dijo en relación al estigma que cargan las personas transgénero.
A los papás les cuesta más
La forma de reaccionar ante la revelación de la transexualidad suele ser distinta para el padre que para la madre. Una realidad que no puede interpretarse de forma aislada al sistema patriarcal y a las lógicas sociales dominadas por la cultura machista.

“Las mamás suelen ser más perceptivas e intuitivas”, aseguró la psicóloga de OTD, quien enfatizó también que “eso no quiere decir que los papás no lo hagan en un momento determinado”. Pero la diferencia radica en la velocidad de respuesta entre uno y otra.

“Mi esposo estuvo tres meses prácticamente ausente. No entendía, no salía con su hija, le costaba comprender. Hasta que llegó un punto en que le dije: ‘O me apoyas o las puertas son bien anchas’, porque yo también necesitaba apoyo”, recordó Daniela Alvarado.

Ella fue quien se encargó de hablar con el colegio y el consultorio, y la que buscó respaldo para encontrar respuestas que le permitieran acompañar el proceso de su hija, algo que hoy ya es compartido por ambos.

En el caso de Armando, la tendencia general también se cumplió. “Como papá hubo un cuestionamiento, marcado sobretodo por el peso cultural”, reconoció. “De alguna manera, uno también se convierte un poco en trans”, aseguró. Según él, el papá siente una suerte de “vergüenza social” que no experimenta la mamá, “mucho más abierta a que su hijo o hija sea quién es”, admitió.
Afectados por el centralismo
Para las familias con hijos e hijas trans es importante poder compartir su vivencia con otros adultos que pasan por situaciones similares para encontrar en ellos referentes positivos.

Jimena Norambuena de la Asociación OTD, que en 2016 duplicó sus consultas hasta llegar a más de 600 atenciones, comentó que en los talleres los progenitores se dan cuenta que sus hijos “podrán desarrollarse plenamente”, resuelven dudas burocráticas y disponen de un espacio “para desahogarse y sacarse la culpa y los temores”.

“Me liberé. Fue una apertura súper importante porque conocí a otras personas adultas trans que tenían una vida normal, y puse nombre a lo que estaba viviendo mi hija. Me permitió darle las libertades que necesitaba”, apuntó Armando.

Sin embargo, la posibilidad de encontrar espacios donde sociabilizar y compartir el proceso de tránsito no siempre está al alcance de todos.

Daniela vive en San Pablo, un pueblo situado a unos 25 kilómetros de Osorno, en la X Región. En entornos más pequeños, que suelen ser más cerrados y conservadores y donde es más difícil preservar la intimidad, resulta mucho más complicado encontrar un grupo de apoyo.

“Tuve que viajar a Santiago porque acá, en el sur, no tenía redes para orientarme, no conozco más familias con niños pequeños trans. Me sentí muy sola”, recordó.

El viaje a la capital le sirvió para empezar su propio proceso, por cierto. “Llegué a Santiago y me bajé del bus con mi hijo, pero regresé ya con mi hija”, describió.

Fue en ese viaje donde enfrentó su primera situación incómoda con la nueva realidad. “El auxiliar del bus me preguntó su nombre, lo miró y dijo: ‘Él anda con un pinche’. Y le respondí: ‘Sí, porque es una niña’. ‘¿Cómo?’, me dijo. ‘Ella es una niña trans. ¿Hay algo extraño en eso?’, le solté. Me quedó mirando y me pidió perdón”, recordó la madre.

Desde entonces, la familia de la Coni ocupó las redes sociales para encontrar a sus iguales y así llegó a vincularse con los colectivos locales sensibles al tema. “Me contactaron con Mogaleth, otra organización más pequeña del sur, y ahora son como mi familia”, aseguró Daniela.
Menores trans en el Sename
Al igual que con el aborto u otras prohibiciones de los derechos fundamentales en nuestro país, la clase social juega un rol determinante como facilitador u obstaculizador del proceso de tránsito hacia la nueva identidad.

Mientras hay personas que tienen recursos económicos para viajar al extranjero, operarse, hormonarse y a su vuelta legalizar su identidad en el Registro Civil, a través de la Ley de Cambio de Nombres, hace tiempo que las organizaciones trans reclaman poner el foco en los más vulnerables: los niños y niñas trans del Sename.

“No sabemos cuántos son porque cuando los censan les preguntan simplemente ‘hombre o mujer’ pero no pueden decir ‘mi carné dice eso pero yo soy lo otro’”, planteó Jimena Norambuena. Sin un registro del número de menores trans en los centros tutelados por el Estado, es imposible que éste piense en implementar políticas públicas a su favor, capacitar a los profesionales del servicio y de otras áreas –como la salud o la educación– en identidad de género.

Desde el Sename, a través de su departamento de Comunicaciones, argumentaron a El Desconcierto que atienden “a niños, niñas y adolescentes sin distinción de género, etnia u otro, y por eso no existe un registro de la orientación sexual de quienes deben ingresar a la red del servicio por orden de tribunales”.

Además agregaron que “se ha realizado un curso en identidad de género tanto para profesionales de la dirección nacional del Sename como para los funcionarios de centros de administración directa del servicio”.

En la Región de Magallanes.. leer más vía  El Desconcierto

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