Manifiesto Transfeminista por Emi Koyama

(Santiago, 07 de mayo de 2020).- Emi Koyama es una activista y escritora que aborda en sus obras política feminista, asiática, queer, trabajo sexual, intersexualidad entre otros temas. Acá presentamos su Manifiesto Transfeminista publicado en Catching a Wave: Reclaiming Feminism for the Twenty-First Century (Subiéndose a la Ola: Recuperando el Feminismo para el Siglo XXI) (2003, Prensa de la Universidad del Nordeste) edición de Rory Dicker y Alison Piepmeier. Para citar, use la versión publicada. Cualquier pregunta o comentario, incluyendo peticiones para reimprimir, contactarse a través de [email protected]

Introducción

La última mitad del siglo XXI presenció una ampliación sin precedentes del movimiento feminista americano como un resultado de la participación de diversos grupos de mujeres. Cuando un grupo de mujeres que previamente ha sido marginado del movimiento feminista convencional, rompía el silencio exigiendo su merecido lugar en éste, eran acusadas de fragmentar el feminismo con asuntos triviales que finalmente con el tiempo eran aceptados y bienvenidos como una parte valiosa del pensamiento feminista. Con el tiempo nos hemos concientizado más de que la diversidad es nuestra fortaleza, no debilidad. Ninguna fragmentación o polarización temporal es demasiado grave para anular las máximas virtudes de la política de coalición inclusiva.

Cada vez que un grupo de mujeres a las que previamente se les silenció, comienza a expresarse, se desafía a otras feministas a repensar su idea de a quiénes representan y qué es lo que apoyan. Mientras que a veces este proceso lleva a darse cuenta dolorosamente de sus propias tendencias y opresiones internalizadas como feministas, con el tiempo beneficia al movimiento al ampliar nuestras perspectivas y bases. Bajo este entendimiento declaramos que ha llegado el momento en el que las mujeres trans tomen parte de la revolución feminista abiertamente, expandiendo mucho más el alcance del movimiento.

La palabra “trans” suele usarse como un término inclusivo que abarca un amplio rango de transgresión de las normas de género que incluyen alguna disconformidad entre el sexo asignado al nacer y la identidad y/o expresión de género. Sin embargo, para el propósito de este manifiesto, la frase “mujeres trans” en momentos se usa para referirse a personas que se identifican, presentan o viven más o menos como mujeres aunque el sexo que se les asignó al nacer era masculino. Asimismo “hombres trans” se usa para describir a quienes se identifican, presentan o viven como hombres aunque al nacer fueron asignados como sexo femenino. Mientras que esta definición operacional excluye a muchas personas trans que no se adaptan a la dicotomía masculina/femenina o a quienes son transgénero en otras maneras, esperamos que reconozcan similitudes suficientes entre problemas que todes enfrentamos y que, de cierto modo, también encuentren útil este análisis dentro de sus propias luchas.

Emi Koyama, fotografía ´publicada por https://www.pica.org/

Emi Koyama, fotografía publicada por ww.pica.org

El transfeminismo es, fundamentalmente, un movimiento por y para mujeres trans quienes consideran su liberación intrínsecamente vinculada a la de todas las mujeres y más. También está abierto a otres queers, personas intersex, mujeres no trans, hombres no trans y otres que empatizan con necesidades de mujeres trans y consideran que su alianza con ellas es esencial para su propia liberación. Históricamente los hombres trans han contribuido más al feminismo que las mujeres trans. Creemos que es imperativo que más mujeres trans comiencen a participar en el movimiento feminista junto a otres para nuestra liberación. El transfeminismo no se trata de quedarse a cargo de las instituciones feministas ya existentes. En lugar de eso amplía y promueve el feminismo como un todo a través de nuestra propia liberación y alianza con otres; defiende la igualdad para mujeres trans y no trans y pide que estas últimas, en retribución, apoyen a las mujeres trans. El transfeminismo incluye políticas de alianzas feministas en donde las mujeres de diferentes orígenes se apoyen entre ellas, ya que, si no nos apoyamos entre nosotras, nadie lo hará.

Principios Fundamentales

Los principios fundamentales del transfeminismo son simples. Primero, creemos que cada persona tiene el derecho de definir su propia identidad y exigir que la sociedad le respete. Esto también incluye el derecho de expresar nuestro género sin miedo a que nos discriminen o nos violenten. Segundo, sostenemos que tenemos el exclusivo derecho a tomar decisiones respecto a nuestros propios cuerpos y que ninguna autoridad política, médica o religiosa debe violar la integridad de éstos contra nuestra voluntad o impedir las decisiones que tomemos en cuanto a ello.

Sin embargo, nadie es completamente libre de la dinámica social y cultural del sistema de género institucionalizado actual. Cuando tomamos cualquier decisión en cuanto a nuestra identidad o expresión de género, no podemos evitar el hecho de que lo hacemos bajo el contexto de un sistema patriarcal de género binario. A las mujeres trans en particular, se les incentiva y a veces se les pide que adopten la definición tradicional de feminidad para que sean aceptadas y legitimadas por la comunidad médica, la cual se ha designado a sí misma como el árbitro que decide quién genuinamente es lo suficientemente mujer o no. Las mujeres trans suelen pensar que tienen que “probar” su femineidad internalizando estereotipos de género para ser reconocidas como mujeres o tener que someterse a intervenciones hormonales y quirúrgicas. Esta práctica es opresiva tanto para las mujeres trans como para las que no lo son ya que niega la naturaleza única de cada mujer.

El transfeminismo sostiene que nadie debe ser presionado u obligado fuera de sus decisiones personales en cuanto a su identidad o expresión de género para ser una “mujer” o un “hombre” de verdad. También creemos que a nadie se le debe presionar u obligar a tomar estas decisiones personales para calificar a la persona como una “verdadera” feminista.

Como mujeres trans, hemos aprendido que nuestra seguridad a menudo depende de cuán bien podemos “pasar” como una mujer “normal”; como transfeministas constantemente tenemos que negociar nuestra necesidad de seguridad y comodidad con nuestros principios feministas. El transfeminismo desafía a todas las mujeres, incluyendo a las mujeres trans, a que evaluemos cómo internalizamos los mandatos de género heterosexistas y patriarcales y qué consecuencias globales implican nuestras acciones; al mismo tiempo, aclaramos que esto no es la responsabilidad de una feminista para quitarse a sí misma cada parecido con la definición patriarcal de feminidad. A las mujeres no se nos debería acusar de reforzar estereotipos de género por tomar decisiones personales, incluso si éstas parecen acatar con ciertos roles de género. Por ejemplo, tal cosa como una prueba de valoración de la pureza es algo que le quita poder a las mujeres, ya que niega nuestra voluntad y eso a la mayoría, seamos trans o no, solo nos margina de tomar parte del movimiento feminista.

El transfeminismo cree en la noción de que hay tantas maneras de ser mujer como hay mujeres en el mundo, que deberíamos ser libres de tomar nuestras propias decisiones sin sentirnos culpables. Con este fin, el transfeminismo confronta instituciones sociales y políticas que reprimen y limitan nuestras decisiones personales, mientras se niega a culpar a cada mujer por decidir sobre nosotras mismas. Es innecesario -de hecho, opresivo- pedirles a las mujeres que abandonen su libertad de tomar decisiones personales para considerarlas unas verdaderas feministas, tal visión apenas sustituye la rígida construcción patriarcal de feminidad ideal por una versión feminista ligeramente modificada pero que mantiene esa rigidez. El transfeminismo cree en fomentar un ambiente en donde las decisiones personales de las mujeres se respeten al mismo tiempo en que se analizan y desafían instituciones que limitan la gama de opciones disponibles para nosotras.

La Cuestión del Privilegio Masculino

Algunas feministas, particularmente feministas lesbianas radicales, han acusado a mujeres y hombres trans de beneficiarse del privilegio masculino. A las transgénero que transicionaron de hombre a mujer, se les dice que están socializados como chicos y, por consiguiente, reciben privilegio masculino; por otro lado, a los transgéneros que transicionaron de mujer a hombre, se les cataloga como traidores que han abandonado a sus hermanas en un patético intento de obtener el privilegio masculino. El transfeminismo debe responder a esta crítica ya que se ha usado para justificar la discriminación contra mujeres y hombres trans dentro de algunos círculos feministas.

Al enfrentarse a este argumento, una respuesta inicial natural de las mujeres trans es negar tener algún privilegio que pudieran tener los hombres. Es fácil ver cómo podrían llegar a creer que ser asignada hombre es más una carga que un privilegio: muchas de ellas desprecian tener cuerpos masculinos y que les traten como chicos a medida que crecen. Recuerdan cuán incómodo se sentía ser presionadas a actuar brusco y de manera masculina. Muchos chicos les han hecho bullying y las han ridiculizado porque no actuaban apropiadamente como hombres, entonces se sentían avergonzadas y solían sufrir de depresión. Incluso siendo adultas, viven con el constante miedo de ser expuestas, lo que podía poner en riesgo sus empleos, familia, relaciones, amistades y seguridad.

 transfeminist manifesto


transfeminist manifesto

Sin embargo, como transfeministas, debemos resistir tal reacción simplista. Pese a que es cierto que el privilegio masculino afecta a algunos hombres más que a otros, es difícil imaginar que las mujeres trans asignadas hombres nunca se beneficiaron de eso. Al menos en algún punto de sus vidas, la mayor parte de mujeres han “pasado” como hombres (aunque como hombres “afeminados”) y por eso se les ha dado mejores tratos en educación y empleos, ya sea que disfruten o no ser percibidos como hombres. Se les ha entrenado para ser asertivas y tener confianza en sí mismas; y algunas mujeres trans mantienen estas “características masculinas”, muchas veces para su ventaja luego de transicionar.

Lo que pasa aquí, es que solemos confundir la opresión que hemos experimentado por ser género variante con la ausencia del privilegio masculino. En vez de reclamar que nunca nos hemos beneficiado de la supremacía masculina, necesitamos afirmar que nuestras experiencias representan una interacción dinámica entre el privilegio masculino y la desventaja de ser trans.

Cualquier persona que tenga una identidad de género y/o una inclinación hacia una expresión de género que coincidan el sexo atribuido a “ella” o “el”, tiene un privilegio por no ser trans. Este privilegio (como otros privilegios) es invisible para quienes lo poseen; y como todos los otros privilegios, los que no los tienen saben intuitivamente cuán duro es sufrir la ausencia de éstos. Una mujer trans puede tener acceso limitado al privilegio masculino dependiendo de qué tan temprano transicionó y cuán completa es su vida como mujer, pero al mismo tiempo experimenta grandes desventajas emocionales, sociales y financieras por ser trans. El sugerir que las mujeres trans son intrínsecamente más privilegiadas que otras mujeres es igual de ignorante que decir que las parejas de hombres gays son más privilegiadas que las parejas heterosexuales porque ambos gozan del privilegio masculino.

Algunas tensiones surgen cuando mujeres trans tratan de acceder a “espacios de mujeres” que se supone que son diseñados para ser un paraíso a salvo del patriarcado. El origen de estos “espacios de mujeres” remontan al antiguo feminismo lésbico de los años 70 que consistía en su mayoría de mujeres blancas clase media que priorizaban el sexismo como la desigualdad social más primordial mientras, en gran parte, ignoraban su propio rol perpetuando otras opresiones tales como el racismo y clasismo. Bajo esta suposición de que el sexismo marcó la vida de las mujeres mucho más significativamente que otros elementos sociales, asumieron que su experiencia de sexismo es universal para todas las mujeres sin importar su grupo étnico, clase, etc., pero para todas las mujeres que no sean trans. Críticas recientes del feminismo radical de los años 70 mencionan cómo su conveniente negligencia de racismo y clasismo, en efecto, las privilegió como mujeres blancas de clase media. 

Basado en este entendimiento, las transfeministas no deberían responder a la acusación del privilegio masculino negándolo. Se debe tener el coraje de reconocer maneras en que las mujeres trans se pudieron haber beneficiado del privilegio masculino (unas más que otras, obviamente) así mismo como algunas de nosotras que somos blancas debemos asumir nuestro privilegio de serlo. El transfeminismo cree en la importancia de honrar tanto nuestras diferencias como similitudes, ya que provenimos de una variedad de orígenes. Las transfeministas confrontamos nuestros propios privilegios y esperamos que, así mismo, las mujeres que no son trans reconozcan su privilegio de no ser trans.

Al reconocer y plantear nuestros privilegios, las mujeres trans pueden esperar construir alianzas con otros grupos de mujeres que tradicionalmente han sido abandonadas y consideradas “poco refinadas” para el estándar blanco de clase media de femineidad. Cuando se nos llama desviadas o se nos ataca solo por ser nosotras mismas, no hay nada que ganar evadiendo la cuestión del privilegio.

Deconstruyendo el Esencialismo Invertido

Mientras que la segunda ola de feminismo popularizó la idea de que el género es distinto del sexo biológico, además de ser social y culturalmente construido, dejó mayormente indiscutida la creencia de que existía algo así como el verdadero sexo físico. La separación del género y el sexo fue una retórica poderosa usada para deshacer roles de género forzados, sin embargo, sólo permitió a las feministas cuestionar la mitad del problema dejando de lado, hasta no hace mucho, la naturalización de los sexos esencialmente como femenino y masculino.

El transfeminismo sostiene que el sexo y el género son socialmente construidos; es más, la distinción entre sexo y género se determina artificialmente como un asunto de conveniencia. Mientras que el concepto de género como constructo social ha demostrado ser una poderosa herramienta en desarmar los prejuicios tradicionales con relación a las capacidades de las mujeres, éste da espacio a que se justifiquen ciertas políticas o estructuras discriminatorias con argumentos basados en conceptos biológicos. Tampoco se abordan las realidades y experiencias de personas trans en las que el sexo físico se siente más como algo artificial que se puede cambiar en mayor medida que el sentimiento profundo de ser quienes son.

La construcción social del sexo biológico es más que una observación abstracta: es una realidad física por la que pasan muchas personas intersex. Debido a que la sociedad no permite espacio para la existencia de personas cuyas características anatómicas no coinciden con el sexo femenino o masculino, elles son constantemente mutilades por profesionales de la medicina y manipulades para que vivan de acuerdo con el sexo que se les asignó. A las personas intersex no se les suele dar oportunidad de decidir por ellas mismas cómo desean vivir y si quieren o no “corregirse” quirúrgica u hormonalmente. Muchas personas intersex encuentran espantoso que no tengan ni voz ni voto en una decisión tan importante para sus vidas, se identifiquen o no con el género que les fue asignado. Creemos que la mutilación genital de niñes intersex es intrínsecamente abusiva ya que viola innecesariamente la integridad de sus cuerpos sin su consentimiento. Este problema ni siquiera se trata de si el sexo que se le asignó a la persona coincide con su identidad de género, sino que a las personas intersex no les den la opción de poder decidir sobre sus cuerpos.

Las personas trans no se sienten satisfechas con el sexo que se les asignó sin su consentimiento de acuerdo con el simplista estándar médico. Las personas trans son diversas: algunas se identifican y viven como miembros de un sexo distinto al que les asignaron las autoridades médicas, ya sea con o sin intervenciones quirúrgicas, mientras que otras no se identifican con ningún sexo o con ambos a la vez. La liberación trans se trata de entregarnos el derecho a definir quienes somos y que no lo hagan las autoridades médicas, políticas y religiosas. El transfeminismo considera cualquier método para asignar el sexo algo social y políticamente construido y propone un arreglo social donde cada persona sea libre de asignar su propio sexo (o no asignarse uno, de ser ese el caso).

Mientras que las personas trans comienzan a organizarse políticamente, es tentador adoptar la noción esencialista de la identidad de género. El cliché popularizado por los medios de comunicación es que las personas trans son “mujeres atrapadas en cuerpos de hombres” o viceversa. El atractivo de esta estrategia es claro: es más probable que la población en general nos comience apoye si les convencemos de que de alguna manera nacimos con un error biológico del cual no tenemos control. Esto suele estar sintonizado con nuestro propio sentido de quiénes somos, lo que se siente muy profundo y sentimental para nosotres. Sin embargo, como transfeministas, resistimos tales tentaciones debido a lo que implican.

 A las personas trans se les suele describir como a quienes no les coincide el sexo físico con el género de su mente o su alma. La explicación podría hacer sentido intuitivamente; no obstante, es problemática para el transfeminismo, ya que decir que uno tiene una mente o alma femenina significa que hay mentes masculinas y femeninas que, de alguna manera identificable, son distintas entre ellas, lo que se podría llegar a usar para justificar la discriminación hacia las mujeres. Esencializar nuestra identidad de género puede ser tan peligroso como recurrir a nuestro esencialismo biológico.

Logo Tranfeminismo

Tranfeminismo

El transfeminismo cree que construimos nuestras propias identidades de género basadas en lo que se siente genuino, cómodo y sincero para cada persona mientras vivimos y nos relacionamos con otras sin ponernos una limitación social y cultural por nuestra identidad. Esto es algo constante para quienes se identifican con el género y sexo asignados al nacer al igual que para las personas trans. Nuestra exigencia de que nos reconozcan y respeten de ninguna manera debería ser debilitada por este reconocimiento. En vez de justificar nuestra existencia a través del esencialismo invertido, el transfeminismo desmantela la suposición esencialista de la normatividad de la congruencia sexo/género.

Imagen/Consciencia del Cuerpo como un Conflicto Feminista

Como feministas, nos gustaría sostener que nos sentimos cómodas, seguras y poderosas con nuestros cuerpos; desafortunadamente, este no es el caso de muchas mujeres, incluyendo a las trans.

 Para muchas transfeministas, el conflicto de la imagen corporal es donde nuestras necesidades de comodidad y seguridad chocan directamente con nuestras políticas feministas. Muchas de nosotras nos sentimos muy incómodas y avergonzadas de nuestras apariencias que nos hacen permancer en el closet o pasar por electrólisis, terapias hormonales e intervenciones quirúrgicas para modificar nuestros cuerpos e intentar una “congruencia” con nuestra identidad como mujeres. Estos procedimientos son costosos, dolorosos, requieren mucho de nuestro tiempo, pueden dejarnos infértiles y llevarnos a tener otras complicaciones más graves como aumentar el riesgo de padecer cáncer.

 ¿Por qué alguien optaría por tales prácticas que aparentemente son una tortura? Mientras nos gustaría creer que la necesidad de hacer coincidir nuestros cuerpos con nuestra identidad de género es innata o esencial, no podemos descuidar los factores sociales y políticos que contribuyen a nuestras decisiones personales.

Un factor semejante es la imposición dicotómica de roles de género que impone la sociedad. Ya que nuestras identidades son construidas dentro del entorno social en el que nacimos, podría argumentar que la discontinuidad entre nuestra identidad de género y el sexo físico es problemática sólo porque la sociedad activamente mantiene un sistema de género dicotómico. Si el género propio fuera un factor insignificante en la sociedad, la necesidad de les trans por modificar sus cuerpos para que encajen en la dicotomía de géneros, muy bien podría disminuir, aunque probablemente no del todo.

Sin embargo, dicho razonamiento no se debería usar para reprimir a las personas trans que tomen decisiones sobre sus cuerpos. Las mujeres trans son extremadamente vulnerables a la violencia, abuso y discriminación por cómo son y no se deberían sentir culpables por hacer lo que sea necesario para sentirse seguras y cómodas. El transfeminismo nos desafía a considerar maneras en las que los factores políticos y sociales influyen en nuestras decisiones, pero básicamente exige que la sociedad respete cualquiera de las decisiones que tomemos respecto a nuestros cuerpos y expresiones de género.

No es contradictorio luchar contra la imposición institucional de estrictos roles de género y simultáneamente abogar por los derechos individuales de elegir cómo queremos vivir para sentirnos segures y cómodes. Tampoco es contradictorio proporcionar consejería de pares entre todes para que construyamos una autoestima saludable mientras aceptamos nuestras decisiones personales de modificar nuestros cuerpos si decidimos hacerlo. Cada une puede desafiar las suposiciones arbitrarias de la sociedad sobre el género y el sexo sin imponer dogmas. No se debería esperar de ningune de nosotres que rechacemos absolutamente cada factor opresivo en nuestras vidas todo el tiempo; eso nos consumiría y enloquecería. La suma de todas nuestras pequeñas rebeliones combinadas desestabilizará el sistema de género normativo como lo conocemos. Varias formas de feminismos como el activismo queer, el transfeminismo y otros movimientos progresivos atacaremos distintas partes del blanco en común que es el patriarcado heterosexista.

Violencia en Contra de las Mujeres

Desde los años 70, las feministas han identificado que la violencia en contra de la mujer no se trata solo de eventos aislados, sino que de una función sistemática del patriarcado para subyugar a todas las mujeres. El transfeminismo hace notar el hecho de que las mujeres trans, como otros grupos de mujeres que sufren de múltiples opresiones, son particularmente vulnerables a la violencia en comparación a las mujeres con el privilegio de no ser trans.

Primero, las mujeres trans somos un objetivo porque vivimos como mujeres. Ser una mujer en esta sociedad misógina es peligroso, pero hay algunos factores que nos hacen mucho más vulnerables cuando somos objetivos de violencia sexual y doméstica. Por ejemplo, cuando un hombre ataca a una mujer trans, particularmente si trata de violarla, el tipo podría descubrir que la víctima tiene o solía tener una anatomía “masculina”. Al descubrir esto, el ataque suele llegar a ser más violento impulsado por la homofobia y transfobia. Los hombres frecuentemente violentan a mujeres trans cuando se revela lo que ellas son. Los asesinatos de mujeres trans, como los de prostitutas, casi nunca se toman en serio o de manera compasiva por los medios de comunicación y las autoridades, especialmente si la víctima es una mujer trans envuelta en la prostitución.

Las mujeres trans también son más vulnerables al abuso emocional y verbal por sus parejas debido a que suelen tener una baja autoestima y una imagen corporal negativa. Para un abusador es fácil hacer que una mujer trans se sienta fea, avergonzada, despreciable, y loca ya que estos son los mismos mensajes que la sociedad les ha dicho a lo largo de los años. Los abusadores se salen con la suya en cuanto a la violencia doméstica quitándole a la mujer la habilidad de definir su propia identidad y experiencias (las áreas en donde es más probable que las mujeres trans sean vulnerables para comenzar). Las mujeres trans también tienen una dificultad extra para dejar a sus abusadores porque es más difícil para ellas encontrar empleos y en caso de haber hijes involucrades, es casi seguro que puedan perder la custodia en caso de divorciarse.

Además, las mujeres trans se convierten en un blanco por el hecho de ser queer. Las personas homofóbicas no tienden a distinguir entre gays y personas trans cuando cometen crímenes de odio, pero las personas trans son mucho más vulnerables a los ataques ya que suelen ser más visibles que los gays. Los terroristas homofóbicos no investigan en los cuartos de las personas cuando salen a ‘cazar’ gays; buscan señales de género que no coincidan con el sexo percibido de su presa, poniendo en la mira efectivamente a quienes se ven visiblemente género-variantes. Para cada asesinato de un hombre gay o de una lesbiana, los medios hacen titulares nacionales. Sin embargo, hay más personas trans que son asesinadas en toda la nación, aunque existan más gays y lesbianas que trans.

Los hombres trans también viven con el constante miedo de que los descubran mientras se integran en una sociedad que fastidia a los hombres que salen de los roles socialmente establecidos. Tanto extraños como “amigos” cometen crímenes en contra de hombres trans y sin duda se ven motivados por una combinación de transfobia y misoginia ejecutadas como un castigo por transgredir las normas de género y con la intención de devolverlos a un “lugar de mujer”.

Por el peligro en el que vivimos, el transfeminismo cree que la violencia en contra de las personas trans es uno de los más grandes problemas en los que debemos trabajar. Debemos sentirnos afectadas y decepcionadas de que en algunos eventos que se dicen solo para mujeres no nos permitan entrar. Esta violencia en nuestra contra, que literalmente, nos ha matado o forzado a suicidarnos con frecuencia durante mucho tiempo. No tenemos más opción que actuar de manera inmediata.

Respecto a esto, es esencial una cooperación en conjunto a refugios en contra de la violencia doméstica común, centros de crisis por violación y programas preventivos de crímenes por odio. Algunos refugios ya han decidido por completo aceptar a las mujeres trans como a cualquier otra mujer, mientras que otros dudan por varias razones. Debemos organizar y educar a las agencias que ya existen sobre porqué las mujeres trans también merecemos que nos atiendan y también debemos poner énfasis en que las dinámicas de violencia en contra de las mujeres trans no son muy diferentes a las de las mujeres que no son trans, excepto que frecuentemente somos más vulnerables y también debemos abogar por servicios para hombres trans.

Emi Koyama, fotografía publicada por www.bitchmedia.org

Emi Koyama, fotografía publicada por www.bitchmedia.org

Como transfeministas, no solo debemos exigir que organizaciones ya existentes nos otorguen servicios, debemos unirnos a estos. Deberíamos ser voluntarias para ayudarles a desarrollar un método analítico efectivo para preservar la seguridad en como ellos expanden sus fundamentos; estar disponibles como consejeras de crisis y administradoras de caso para las mujeres trans que necesiten de ello; ayudarles a que financien talleres específicos para personas trans y para sus equipos también; y deberíamos desarrollar cursos de defensa personal para mujeres trans en base a programas de defensa personal feministas para mujeres comunes y corrientes pero que pongan atención especial a nuestras experiencias únicas. Puede que no sea suficiente de nuestra parte comenzar con nuestros propios refugios desde cero, pero podemos trabajar para eliminar la violencia en contra de las personas trans en la amplia coalición para eliminar la violencia en contra de las mujeres y minorías sexuales.

También debemos abordar el problema de la violencia económica. Las mujeres trans suelen ser pobres porque como mujeres ganamos menos que los hombres, porque la evidente discriminación en contra de las personas trans en los empleos es desenfrenada y por el alto costo que hace prohibitivo el poder transicionar. Esto también significa que las parejas abusivas de las mujeres trans tienen más ventaja de controlarlas y tenerlas atrapadas en relaciones abusivas. El transfeminismo cree en combatir la transfobia y el sexismo simultáneamente tanto en el ámbito económico como en el social y político.

Salud y Decisión Reproductiva

Pareciera irónico que las mujeres trans, que en general no tienen la capacidad de engendrar hijes, estuvieran interesadas en el movimiento de derechos reproductivos de las mujeres, pero el transfeminismo ve una gran conexión entre la liberación de las mujeres trans y el derecho a elegir de las mujeres.

Primero que todo, la estigmatización de la existencia trans que tiene la sociedad es, en parte, por el hecho de que hay un lío con los órganos reproductivos. Las cirugías estéticas no genitales se realizan con mucha más frecuencia que las cirugías de modificación genital para personas trans, mas no requieren meses de psicoterapia obligatoria.; y tampoco quienes se someten a una cirugía cosmética para ser ridiculizades y menos preciades en programas de emisoras nacionales que hablan basura. Tal vigilancia sobre nuestras decisiones personales en parte es impulsada por el tabú social en contra de la auto discriminación de nuestros órganos reproductivos: como mujeres que buscamos abortar, nuestros cuerpos se han convertido en un territorio abierto, en un campo de batalla.

Además, en cuanto a composición química, las hormonas que toman muchas mujeres trans tienen un origen similar a lo que toman las mujeres no trans para el control de natalidad, anticonceptivos de emergencia (píldora del día después) y terapia de reemplazo hormonal. Como mujeres trans, compartimos las preocupaciones en cuanto a nuestra seguridad, costos y disponibilidad de estas píldoras relacionadas al estrógeno. Las mujeres trans y no trans necesitamos estar unidas contra las tácticas conservadoras, las que se enfocan en hacer que la información y las maneras de controlar nuestros cuerpos no estén disponibles, o incluso hacerlas ilegales.

Por supuesto, la decisión reproductiva no se trata solo de tener acceso al aborto o control de natalidad, también se trata de resistir la esterilización forzada y obligada o el aborto en casos de mujeres menos privilegiadas a quienes no se les permite decidir. Asimismo, el transfeminismo lucha por el derecho a negar someterse a intervenciones quirúrgicas y hormonales, incluyendo aquellas prescritas para personas intersex, mientras seguimos esperando que la sociedad respete nuestro sentido de ser quienes somos.

Durante los años 80, a las lesbianas se las excluía de organizaciones en materias de derechos reproductivos porque se las consideraba irrelevantes en esa causa. Pero el derecho de elegir no es exclusivamente un asunto heterosexual ni de mujeres que no son trans, esto es fundamentalmente sobre mujeres que tienen el derecho de determinar lo que quieren hacer con sus propios cuerpos. Las transfeministas deberíamos unirnos a organizaciones sobre derechos reproductivos y manifestarnos estos derechos. Una sociedad que no respeta el derecho de las mujeres a tomar sus propias decisiones en cuanto al embarazo, probablemente tampoco respetará nuestro derecho de tomar decisiones en cuanto a las intervenciones médicas que queramos realizar en nuestros cuerpos. Si tememos medicarnos con hormonas clandestinas o tener que viajar al extranjero para someternos a cirugías de modificación genital, deberíamos poder identificarnos con las mujeres que temen regresar a los inseguros abortos clandestinos.

Además, el transfeminismo necesita aprender del movimiento de mujeres por el derecho a la salud. Las investigaciones sobre asuntos de salud que son de particular interés para las mujeres, como el cáncer de mamas, no surgieron del vacío. Fue a través de un intenso activismo y educación entre pares que esto se empezó a tomar en serio. Conscientes de que la comunidad médica históricamente no ha podido abordar los problemas de salud de las mujeres de manera adecuada, las transfeministas no podemos esperar que aquellos que están en posición de poder tomen en serio la salud de las mujeres trans. Ese es el motivo por el que necesitamos participar en ello y expandir el movimiento por el derecho a la salud de las mujeres.

Estableciendo analogías con el movimiento por el derecho a la salud de las mujeres  también podemos resolver el dilema estratégico sobre la patologización de la identidad de género. Durante muchos años, las personas trans han estado discutiendo si exigir o no la despatologización del trastorno de identidad de género, lo que es actualmente un requisito para ciertos tratamientos médicos. Este asunto ha sido disyuntivo debido a que la patologización del trastorno de identidad de género permite que algunes de nosotres recibamos intervenciones médicas, aún cuando esto nos estigmatiza y niega nuestra agencia al mismo tiempo. Antes de las críticas feministas contra la medicina moderna, los cuerpos femeninos eran considerados “anormales” por el estándar centrado en lo masculino del establecimiento médico, lo que resulta en la patologización de tales experiencias comunes y corrientes de mujeres como la menstruación, el embarazo y la menopausia. Fue el movimiento por el derecho a la salud de las mujeres que forzó a la comunidad médica a aceptar que son parte de las experiencias humanas comunes y corrientes. El transfeminismo insiste en que la transexualidad no es una enfermedad o un trastorno, sino que es una parte de un amplio espectro de experiencias humanas comunes y corrientes al igual que el embarazo. Por consiguiente, no es contradictorio exigir que los tratamientos médicos sean más accesibles para las personas trans mientras se despatologiza el “trastorno de identidad de género”.

Llamada de atención

Más allá de que hemos enfrentado el rechazo tanto dentro como fuera de las comunidades feministas, las mejores aliadas que permanecen con nosotras también han sido feministas, lesbianas y otres queers. El transfeminismo afirma que es inútil debatir intelectualmente quién está o no incluida en la categoría “mujeres”: debemos actuar, ahora, y construir alianzas.

 Cada día, se nos acosa, discrimina, ataca y abusa. No importa qué tan bien aprendamos a pasar desapercibidas como trans, la invisibilidad social de la existencia trans no nos protegerá cuando a todas las mujeres nos ataquen. Nunca podremos ganar el juego de la regla de la sociedad de cómo las mujeres nos deberíamos comportar; necesitamos el feminismo tanto como lo necesitan las mujeres que no son trans, si es que no más. Las transfeministas nos enorgullecemos de la tradición de nuestras antepasadas y continuamos su lucha en nuestras propias vidas.

El transfeminismo cree que una sociedad que honra a las identidades transgénero es una sociedad que trata de manera justa a las personas de todos los géneros porque nuestra existencia solo se ve como algo problemático cuando hay una jerarquía de género rígida. En esta creencia es esencial para nuestra sobrevivencia y dignidad que afirmemos nuestro lugar en el feminismo, no de una manera amenazante ni invasiva, sino que de formas amigables y cooperativas. La primera desconfianza y rechazo de algunas instituciones feministas actuales son simplemente algo natural, especialmente desde que se les ha traicionado muchas veces por hombres que de identifican como “profeministas”; es por nuestra persistencia y compromiso de actuar que el transfeminismo transformará el alcance del feminismo en una visión más inclusiva del mundo.

Posdata para Subiéndose a la Ola: Recuperando el Feminismo para el Siglo XXI

Escribí El Manifiesto Transfeminista en el verano del 2000, solo un par de meses antes de mudarme a Portland. Ahí encontré comunidades transgéneros y comencé a explorar las intersecciones del feminismo y experiencias trans. Al principio estaba sorprendida cuando descubrí que había sentimientos en contra de les trans entre algunas feministas y sentimientos en contra de feministas entre personas trans, supongo que era inexperta ya que las personas trans que había conocido eran el tipo de persona que respeto como feministas y activistas trans. Escribí este manifiesto para expresar una teoría feminista pro-trans y una retórica trans basada en el feminismo; y creo que lo logré.

Sin embargo, hay algunos problemas con este manifiesto con los que no estoy muy contenta. En varias revisiones que hice a lo largo de los últimos dos años solucioné alguno de los problemas menores, pero hay algunos más grandes que aún están intactos porque no se pueden solucionar sin reescribir la pieza completa. Pero creo que es importante discutir lo que son estos problemas y por qué los traje a este manifiesto. Dos de estos mayores problemas son: 

  • Énfasis excesivo en las personas trans que transicionan de masculinas a femeninas a costa de las personas que transicionan de femeninas a masculinas y otras quienes se identifican como transgénero y genderqueer. Me hago totalmente responsable de que este manifiesto está considerablemente enfocado en problemas que enfrentan las personas que transicionaron de masculinas a femeninas, mientras que descuido las singulares luchas que enfrentan las personas que pasaron de femeninas a masculinas y otras personas transgénero y genderqueer. En el momento en que escribí esto, sentí la necesidad de restringir el enfoque del feminismo a “mujeres” porque temí que expandir éste permitiera que los hombres no trans exploten el feminismo para su interés propio, como lo hacen algunos grupos autoproclamados por los derechos de los hombres. Mientras sigo pensando que este miedo es justificado, ahora me doy cuenta de que privilegiar los problemas de las mujeres trans a costa de otras personas trans y genderqueer fue un error.

 

  • Análisis interseccional inadecuado. El manifiesto principalmente se enfoca en la intersección del sexismo y la opresión contra las personas trans, además no habla de cómo estos problemas se relacionan con otras injusticias sociales. Por ejemplo, este manifiesto menciona las críticas que hacen las mujeres de color contra el racismo de las mujeres blancas en el movimiento feminista, más no aborda cómo las mujeres trans pueden ser aliadas de las mujeres de color. Nuevamente, dudé en alejar el enfoque del sexismo al mismo tiempo en que escribí este manifiesto, como temí de otras críticas de feministas no trans. Ahora concuerdo con la noción de que cualquier teoría feminista que no aborde el racismo, el clasismo, el capacitismo, etc. que ocurre entre mujeres, está incompleta y admito que este manifiesto está incompleto.

Aunque estas críticas son bastante diferentes, ambas vienen de la misma fuente: la idea de que las feministas debemos enfocarnos principalmente (a veces exclusivamente) en la opresión que todas las mujeres experimentamos. En esta visión, problemas como el racismo y el clasismo solo se pueden abordar cuando se promueve la lucha en contra del patriarcado; por ejemplo, planteando el racismo de los hombres blancos contra las mujeres de color, pero no cuando se muestra una “división” (o más bien, expone las divisiones ocultas internamente) en el movimiento de mujeres. Para la mayoría de las partes, este manifiesto pasa a formar parte de esta visión mientras no enfrente a su racismo, clasismo, etc. con sus implicancias y merece una crítica por esto. Ahora me doy cuenta de que en el momento en que escribí este manifiesto, no me sentí lo suficientemente segura en mi propia convicción respecto de la organización de varios asuntos y caí en el miedo de ser criticada por debilitar el feminismo. Fue a través del compañerismo con otras energéticas mujeres, de color, de clase trabajadora y mujeres en situación de discapacidad, que logré en estos últimos años librarme de ese miedo.

      He pensado en escribir un nuevo manifiesto para abordar estas y otras percepciones que adquirí desde el año 2000, con la confianza y claridad que tengo ahora, pero por el momento le dejo esta tarea a otres. Si escribes uno, por favor envíamelo.

Bonus: El Feminismo Racista en la Asociación Nacional de Estudios de la Mujer

Emi Koyama

Junio 28, 2008

En marzo, se me invitó a hablar al “panel tributo” dedicado al pensamiento feminista negro, especialmente sobre la vida y obra de Audre Lorde en la Asociación Nacional de Estudios de la Mujer. Me sentí honrada y algo intimidada por ser seleccionada para hablar sobre la importancia del trabajo de Audre Lorde tanto en mi propia vida como en la del movimiento feminista en general. Habían otras panelistas que eran Kaila Adia Story (Universidad de Louisville) y Melinda L. de Jesús (California College of the Arts).

Durante mi segundo año de universidad me introduje por primera vez las escrituras de Audre en un curso de Estudios de la Mujer. A lo largo del período académico, les estudiantes leíamos bastantes artículos cada semana, discutíamos sobre ellos en clase y escribíamos artículos en el diario que reflejaban lo que leíamos cada semana. Semana tras semana, noté que la mayoría de los documentos asignados eran escritos por mujeres blancas, clase media, heterosexuales (o a veces “lesbianas políticas”) y estaba teniendo dificultades para relacionarme con gran parte de lo que se estaba discutiendo. Seguí escribiendo en mi diario como esas lecturas no me reflejaban pero no me daba cuenta de que tenía algo que ver con la selección de los documentos. Me sentía mal por ser tan “negativa” sobre el feminismo y las feministas.

Hacia finales de este período, se le dedicó una semana a la obra de una “mujer de color” (si, una semana completa- ¡woo hoo!). Si mal no recuerdo, consistía en la selección de la antología This Bridge Called My Back (Declaración de la Colectiva del Río Combahee, y creo que un fragmento de la obra de Cherrie Moraga) y Hermana Forastera de Audre Lorde. Por primera vez, estos artículos sí me hablaron. Le dieron voz a mis sentimientos de alienación y frustración que antes no podía señalar. E incluso fue solo una semana antes de que se terminara el período académico y es posiblemente la peor forma de tokenismo en la disciplina, en que me han anclado al feminismo y a los Estudios de la Mujer hasta la fecha. Sin Hermana Forastera no podría ser una feminista hoy.

Pero una semana no fue suficiente para que yo ganara la confianza y fortaleza que tuve para expresarme cuando me encontré rodeada de feministas blancas de clase media que parecían no ser conscientes del dolor y la tristeza que sus declaraciones y acciones racistas y clasistas causaban. No fue suficiente solo leer cosas escritas por Audre y otras como ella; de hecho, necesitaba crear un sistema de apoyo a mi alrededor, personas de todas las razas y géneros que estuvieran apasionadamente comprometidas con la justicia en todos los aspectos de la sociedad y de manera empática poder hacernos responsables mutuamente.

En el verano del año 2000, me mudé a Portland, Oregón; la primera ciudad grande en la que viví como persona adulta. En mi segundo día viviendo ahí, conocí a Diana Courvant, una mujer transgénero blanca que fundó Survivor Project para abordar las necesidades de les sobrevivientes trans e intersex ante la violencia doméstica y sexual. Yo, también una sobreviviente con una historia compleja en torno a las identidades de género y sexuales, me involucré en Survivor Project. También ayudó que Diana fuera una veterana de las organizaciones de justicia social que abordan muchos temas y aprendí mucho de ella.

Pero de la misma forma en que llegué a conocer a Diana, también aprendí que no todas las feministas aceptan a las personas trans. De hecho, en ese momento ella estaba atrapada en una controversia que fue su peor pesadilla en la comunidad lésbica/feminista de Portland, de la cual hablé al respecto (ver “Spiking of Privilege” en This Bridge We Call Home, editado por Gloria Anzaldúa y Ana Louise Keating). En resumen: Invitaron a Diana a un retiro de mujeres en el bosque de Oregón, y luego de que ella aceptara la invitación, se estableció la regla “sin penes” prohibiendo la participación de mujeres que no se hubieran sometido a una cirugía de vaginoplastia. Diana se negó a participar, aunque hizo un taller en las afueras del evento sobre los problemas de las personas trans con ayuda de aliades que no eran trans. El taller fue un éxito, sin embargo, poco después se difundió un rumor donde se le acusaba de invadir el retiro exclusivo para mujeres y exhibirse. Obviamente esto era falso, pero fue sumamente hiriente.

Fue en respuesta de esto que escribí el artículo “El Manifiesto Transfeminista” que se publicó luego de la antología Subiéndose a la Ola: Recuperando el Feminismo para el Siglo XXI editado por Rory Dicker y Alison Piepmeier. El manifiesto aborda varios asuntos feministas como las decisiones reproductivas en la salud y la violencia contra la mujer, así como también discutimos sobre cómo las mujeres transgénero compartimos muchos de los problemas que tienen las otras mujeres. Quería escribir una teoría feminista que argumentara el debate acerca de que las mujeres transgénero son demasiado diferentes a las otras mujeres y que no hay lugar para ellas en el feminismo (o que el feminismo no aplica para las mujeres transgénero). Quería entregar argumentos fáciles de repetir para las personas que apoyan el transfeminismo y que puedan usar para enfrentar la intolerancia y falsedades hacia las mujeres transgénero; y para esos fines creo que el “Manifiesto” fue un éxito.

Pero hubo algo inquietante sobre este texto. En un esfuerzo de forjar una alianza entre mujeres transgénero y no transgénero, el artículo descuida los problemas de los hombres transgénero y otras personas transgénero y genderqueer que no se identifican como “mujeres” a menos que fuera conveniente incluirles. El artículo también fue débil en cuanto al análisis interseccional, eso es, cómo el sentimiento y opresiones anti-trans componen y complican otras opresiones como el sexismo, incluyendo especialmente al racismo y al clasismo. Esto se inspiró en el trabajo de mujeres de color cuando era útil, por ejemplo, señalar que las singulares experiencias de las mujeres transgénero no deberían ser el fundamento de su exclusión porque hacer eso pre supondría una experiencia universal femenina única, lo que obviamente es falso; sin agregar algunas percepciones en cuanto a la inclusión de la sensibilidad trans que ayuda a vencer el racismo y otras opresiones.

La cosa es que solo había estado viviendo en mi nuevo hogar por más o menos tres meses cuando escribí este artículo y no estaba en contacto del todo con mi propia incomodidad sobre el feminismo blanco que ocupó nueve de diez semanas de la Introducción a los Estudios de la Mujer, ni me sentía lo suficientemente cómoda para desafiar la visión de que el feminismo trata simplemente de apoyar a las mujeres, luchar contra el sexismo y nada más. En resumen, lo que había escrito era una versión del feminismo blanco que se modificó lo suficiente para incluir a las mujeres transgénero. En ese entonces, sentí que era la única manera segura de escribir una teoría feminista que diera un lugar para las mujeres trans en el feminismo. En los siguientes años estuve conociendo a más gente con un compromiso en común de una justicia para todes, construyendo de a poco la propia confianza que se necesita para “transformar el silencio en lenguaje y en acción” como popularmente lo declaró Audre.

Lo que discutiré más abajo es uno de los silencios que se volvió en lenguaje y acción.

La invitación para hablar en el panel en honor al legado de Audre Lorde decía: “La ANEM estaría complacida de ofrecerle una inscripción gratuita para la conferencia a modo de agradecimiento por su tiempo y conocimiento. Sin embargo, desgraciadamente la ANEM tiene un presupuesto limitado y no puede cubrir los gastos de su viaje”. Pero no soy una académica y sin un empleo regular no puedo costear cientos de dólares solo para hablar en una conferencia académica. Les respondí explicándoles mi situación y pidiendo ayuda financiera para asistir a la conferencia, a lo que la directora ejecutiva de la ANEM repitió “la asociación solo podría ofrecerle una inscripción y membresía gratuita, indudablemente desearíamos poder hacer más que eso”.

 Empecé a hablar con algunas integrantes del Consejo Directivo (consejo de directoras de la ANEM) que conocía y les pedí abogar a mi favor, así que enviaron un correo electrónico a la directora, pero la respuesta fue la misma. Recordé además que otra activista queer por la justicia social a quien respeto mucho, fue invitada por la ANEM el año pasado, pero tuvo que rechazar la invitación debido a la poca disposición de la organización para cubrir sus gastos de viaje. Yo también pude haber rechazado la invitación, pero luego la ANEM podría continuar explotando activistas pretendiendo honrar y apoyar su trabajo sin que nadie lo cuestione, así que decidí hacer algo diferente: Le escribí a WMST-L, una lista de correo electrónico internacional sobre Estudios de la Mujer con miles de suscriptores, explicando las circunstancias y pidiéndoles a las personas que escriban a la ANEM para protestar por sus prácticas y que me donaran algo de dinero para asistir a la conferencia.

Dentro de unos días, recibí una docena de ofertas de donaciones y aparentemente suficientes personas le escribieron a la directora ejecutiva de la ANEM, incluidas integrantes del Consejo de Directivo. La presidenta de la Asamblea Lésbica, Lisa Burke, la vicepresidenta de la Asamblea de Mujeres de Color, Pat Washington, y la representante del Grupo de Interés Bisexual/Transgénero, Joelle Ruby Ryan, fueron quienes más me apoyaron.  Pero ahí fue cuando las cosas se pusieron extrañas. La directora ejecutiva aparentemente le dijo a una de las personas que me apoyaron que a mí ya me estaban costeando un cuarto de hotel con el dinero de la asociación, sugiriendo de manera implícita que yo no estaba siendo honesta o que posiblemente estaba ideando un plan para estafar académicas feministas bien intencionadas. Pensando que quizás la directora cambió de opinión y decidió financiar al menos algunos de mis gastos, me contacté con la ANEM solo para que nuevamente me dijeran que nada había cambiado y los gastos irían por mi cuenta (aunque con la ayuda de muchas personas).

Recibí suficientes donaciones para cubrir la mayoría de mis gastos, así que viajé a Cincinnati para formar parte del panel tributo. En mi discurso hablé sobre cómo descubrí el trabajo de Audre Lorde, cuán importante era y que aún leyendo todos sus libros, no fue suficiente para sentirme realmente empoderada. Leí una parte que escribí en “El Manifiesto Transfeminista” y cómo esa parte refleja un período en mi vida en el cual estaba negociando con cautela mi lugar dentro del feminismo. Luego hablé sobre el mismo panel y cómo tuve problemas porque no sabía si participar o no en esta celebración de Audre Lorde y su trabajo, debido a que la misma organización de la conferencia estaba traicionando su legado.

Dije, “me pregunto si Audre siguiera aquí, aceptaría una invitación para hablar en esta conferencia bajo tales humillantes circunstancias. Audre no merece esto y este “panel  tributo” no fue la forma apropiada de honrar y conmemorar su contribución a los Estudios de la Mujer. Y parte de la razón por la cual me sentía ambivalente hablando en ese panel era por el miedo de que mi presencia en la conferencia ayudara a legitimar lo que es fundamentalmente ilegítimo.

La misma Audre enfrentó una circunstancia similar en 1979 cuando la invitaron a hablar en el “único panel donde se representaba la participación de feministas negras y lesbianas” durante la Segunda Conferencia sobre Sexo que se llevó a cabo en la Universidad de Nueva York. Ella aceptó la invitación “teniendo presente que [Lorde] estaría comentando sobre documentos que abordan el papel de la diferencia en la vida de las mujeres estadounidenses”, lo que no sería posible “sin una participación significativa de mujeres pobres, negras, del tercer mundo y lesbianas”. Su charla titulada “Las Herramientas del Amo Nunca Desarmarán La Casa Del Amo”, que está incluida en Hermana Forastera, no se conoce tan bien como el título.

Cuando Audre dijo “las herramientas del amo”, se refería a la poca disposición de feministas blancas, de clase media y heterosexuales para reconocer las diferencias entre mujeres a lo largo de las líneas de la raza, la clase, la sexualidad, etc. No pudieron aprovechar la fortaleza que tiene el reconocimiento de las diferencias, no solo entre mujeres blancas y negras, sino que también entre mujeres negras ¿por qué las organizadoras no pudieron involucrar a más mujeres negras como si esperaran que Audre representara a todas las mujeres negras? Ella alegó que muchas feministas blancas son cómplices en mantener el patriarcado racista y homofóbico.

En un texto diferente que también es parte de Hermana Forastera, en una oportunidad Audre dijo que ella nunca más les volvería a hablar sobre racismo a las mujeres blancas. Obviamente no fue la última vez que lo hizo, pero no tengo duda de que ella tenía problemas frecuentemente con su deseo de rendirse. Parte de la razón por la que finalmente decidí asistir a la conferencia y hablar en el tributo fue pensar que me apoyaba en los hombros de Audre Lorde y sus contemporáneas, que muchas de ellas siguen vivas pero muchas otras se han ido. El panel fue un éxito, el debate incluía a tres panelistas y la audiencia duró casi tres horas a pesar de que originalmente se había estimado que duraría 75 minutos.

Durante la asamblea delegada del día siguiente, habló Lisa Burke de la asamblea lésbica. La directora ejecutiva le había prometido que se “haría cargo” de mi situación, lo que se entendió como que la ANEM al menos me daría alojamiento para la conferencia y sin embargo de alguna manera, no ocurrió. La directora respondió que la ANEM efectivamente había reservado una habitación para mi y que pagó por ella de su bolsillo; y culpó a su asistente, una mujer negra que no estaba presente en la conversación, por la “mala comunicación”. Lisa protestó por el acto de usar a la mujer como chivo expiatorio y le pidió a la organización que me hicieran un reembolso por los gastos de alojamiento y emitieran una disculpa oficial. Todas las integrantes estuvieron a favor. La resolución casi me hizo sentir culpable, en parte porque otra mujer de color fue culpada por todo el calvario, y en parte porque me parecía que pagar 170 dólares por una noche en una habitación de hotel que estuvo vacía era un desperdicio.

A la mañana siguiente llamé al hotel para saber cuánto pagó la ANEM por la habitación que no sabía que habían reservado para mí, pero el trabajador me informó que no había ningún registro de reserva para ninguna de las noches pasadas. Aún queda la remota posibilidad de que la ANEM haya hecho una reserva en otro hotel cerca porque no había reservas en el hotel en el que se hizo la conferencia. Pero parecía algo poco probable, especialmente porque la organización no sabía en qué fecha yo planeaba llegar a Cincinnati o regresar a casa. Es muy triste pensar que la directora ejecutiva de una institución nacional feminista erudita se vea envuelta en un patrón de deshonestidad y racismo mientras organiza  un tributo al legado de Audre Lorde.

De cierto modo, el panel tributo resultó ser la conmemoración perfecta del legado de Audre. Se expuso la desagradable realidad de lo que Audre llamaba “feminismo racista”, lo que estuvo latente detrás de la retórica superficial en contra del racismo. Eso trajo emociones intensas que incluían rabia pero que buscamos darles un uso constructivo. Rendimos tributo a Audre de la mejor manera posible y no fue leyendo trabajos académicos sobre ella, sino que estando apasionadamente comprometidas con el tema de la opresión de todas las personas. Espero haber hecho mi parte para hacerla sentir orgullosa.

 

 

 

¿Qué tan útil fue esta publicación?

¡Haz clic en una estrella para calificarla!

Puntuación media 4.3 / 5. Recuento de votos: 18

No hay votos hasta ahora! Sé el primero en calificar esta publicación.

Pin It on Pinterest