La Patologización Trans aún persiste

La patologización trans aún persiste

*por Michel Riquelme, octubre 2022.

Cuando en el 2018 la Organización Mundial de la Salud OMS, anunciaba que dejaría de considerar una enfermedad mental el Transexualismo, como hasta entonces llamaba al tránsito de género, muchos sectores salieron a celebrar la decisión como un gran avance y el supuesto fin de la patologización de la población trans. Sin embargo, lo que muchas personas no saben es que al igual como ocurrió en el pasado con la homosexualidad, este gran avance solo fue un cambio de nomenclatura. Si analizamos bien las clasificaciones de Disforia de Género y Discordancia de Género que aún se mantienen presentes en los manuales DSM V y CIE 11 respectivamente, veremos que los supuestos síntomas de estas patologías siguen aludiendo a los mismos estereotipos de género y narrativas que se usaban para diagnosticar el Transexualismo y el Trastorno de Identidad de Género antes de 2018. 

Mucho se habla de la despatologización de la homosexualidad en 1990, cuando la OMS deja de considerarla como una enfermedad mental, pero solo se dejó de considerar desptologizados a una parte de la población homosexual, aquellos que no se sentían mal por serlo. El comité médico encargado de esa clasificación epidemiológica, dejó una patología llamada Orientación Sexual Egodistónica que se plasmó en el CIE 10 (1990) y solo fue eliminada en el CIE 11 (2019). Replicando lo mismo que hizo la Asociación Psiquiátrica Americana APA cuando luego de haber eliminado la Homosexualidad de su manual DSM II inventa la patología Homosexualidad Egosditónica en su manual DSM III (1980) y la elimina en su versión DSM III R (1988).

La mayoría de síntomas con que se diagnósticaba la homosexualidad como enfermedad mental en el pasado, se traspasaron a la patologización de la transgeneridad. Síntomas basados en estereotipos de género y otros que hacen alusión al malestar del individuo consigo mismo. Sin embargo, cuando hablamos de malestar ¿por qué centrarlo solo en población transgénero cuando las personas cisgénero también sienten malestar por diversos motivos asociados al género? El malestar cisgénero asociado al género, no conlleva una estigmatización basada en una patología como si ocurre con la población transgénero. Por ejemplo, si un hombre cisgénero adolescente se mira al espejo y dice: me siento mal con mi cuerpo, no me gusta que sea tan flaco y lampiño, quisiera tener músculos grandes y una barba abundante. ¿Se le debería diagnosticar disforia de género por no estar conforme con su cuerpo respecto de las expectativas sociales de cómo debería verse su cuerpo para sentir conformidad? Lo mismo puede ocurrir con una mujer cisgénero que se mira al espejo y siente un gran malestar porque cree que sus pechos no son lo suficientemente grandes y atractivos, cree que no se ve tan femenina y desearía cambiar su cuerpo. Estas situaciones son cotidianas en personas cisgénero pero a la APA no se le ocurriría diagnosticarles Disforia de Género a pesar que estas insatisfacciones frente a las características sexuales del cuerpo, son similares a las insatisfacciones que una persona trans siente sobre su cuerpo por no cumplir las expectativas sociales de cómo debe ser un hombre o una mujer. 

Algunos de los argumentos para mantener la categoría de Disforia de Género en el DSM y la de Discordancia de Género en el CIE, dicen que aunque no sean patologías reales, debe haber un diagnóstico epidemiológico que permita que los seguros y coberturas de salud paguen las prestaciones de salud que las personas requieren. La patologización es un negocio y los argumentos de sus defensores siempre terminan en temas económicos basados en el modelo de venta de salud de Estados Unidos. 

La realidad es que no es necesaria una categoría diagnóstica en un manual de enfermedades para poder brindar atención de salud a una persona trans que necesita acompañamiento de salud mental y/o salud sexual por sus malestares corporales, sociales o existenciales. Al igual que ya no fue necesario patologizar la homosexualidad para dar atención de salud a homosexuales cisgénero que tenían malestares por asumir sus deseos homosexuales. 

Seguir normalizando y justificando el término Disforia de Género es seguir patologizando a la población transgénero y es borrar la lucha histórica de miles de personas que levantaron las demandas de despatologización trans desde los años 90`s. Lucha que no ha terminado porque a pesar de los avances en materia de legislaciones para reconocer el derecho a la identidad de género, la patologización de las identidades trans sigue siendo una praxis frecuente del cis tema. Por ejemplo,  la ley de identidad de género chilena en su artículo 5º letra A indica: Principio de la no patologización. El reconocimiento y la protección de la identidad de género considera como un aspecto primordial, el derecho de toda persona trans a no ser tratada como enferma. Sin embargo, aún hay centros de salud que exigen certificados psicológicos o psiquiátricos de la patología Disforia de Género para atender personas trans. Esto se exacerba sobretodo en personas menores de 18 años, las más vulneradas por el cis tema al depender de los juicios de género de sus padres o tutores legales para acceder al derecho a la identidad. Normalizar y naturalizar términos como Disforia de Género no contribuye tampoco a mejorar la salud mental de la población transgénero, todo lo contrario, la empeora. Si bien hay personas transgénero que hablan de resignificar el término “disforia”, sería algo resignificable siempre y cuando ya no estuviera en los manuales psiquiátricos pero ahí está y se usa desde el cis tema para seguir socavando la equidad de la población transgénero. Pareciera que la Disforia de Género fuera un gran saco donde las personas trans van depositando todos sus malestares con la sociedad, sus vidas y sus cuerpos y todo se va mezclando en una gran masa de problemas que va llenando este saco hasta que en algún momento el saco se revienta y la persona hace crisis. Meter todos los malestares de las personas trans en un mismo saco, desde el punto de vista terapéutico es terrible porque no permite trabajar los problemas enfocados en lo que los origina puntualmente. No permite desenredar la madeja de los malestares y poder ir solucionando los problemas de a uno. La idea de la Disforia de Género como un diagnóstico psiquiátrico, solo enmascara los problemas, no los resuelve, sobre todo porque centra una y otra vez el problema en la persona trans y no se hace cargo de la responsabilidad social-cultural en el asunto. Es mucho mejor hablar directamente de malestar con el cuerpo, malestar con la familia, malestar con la escuela, malestar con tal o cual persona que está haciendo tal o cual cosa que me daña, ir a lo puntual de los problemas. Saber también que va a existir un malestar frecuente llamado estrés de minorías que se va a manifestar siempre que la persona trans se vea enfrentada a ser una minoría dentro de una mayoría cisgénero. La misión terapéutica es que la persona aprenda a sobrellevar ese estrés que lamentablemente será inevitable mientras vivamos en una sociedad trans odiante. 

Últimamente el tema de las personas trans menores de 18 años se ha vuelto la punta de lanza de movimientos anti derechos de variada índole a nivel mundial, financiados y sostenidos desde partidos políticos, iglesias fundamentalistas religiosas y grupos feministas anti trans. Quienes reviven en sus discursos y acciones anti trans una y otra vez los argumentos de la patologización como una justificación válida para la negación de nuestros derechos y hasta la negación de nuestras existencias. También están los sectores que tratan de plantearse desde “lo científico” para validar la patologización trans cuyo argumento principal radica en el control o filtro de salud mental que debe haber sobre las decisiones que las personas transgénero tomamos sobre nuestros cuerpos, sobre todo en menores de 18 años y destacan frecuentemente los casos de arrepentimiento sobre intervenciones corporales que existen. Arrepentirse de una intervención corporal, no es una cuestión solamente trans. Muchas personas cisgénero se arrepienten de someterse a cirurgías o tratamientos con hormonas sexuales y no existe un movimiento mundial fundamentalista pidiendo que se eliminen las cirugías y tratamientos hormonales sobre la población cisgénero. Lo mismo ocurre con los bloqueadores hormonales de la pubertad, usados para tratar niños cisgénero desde los años 60`s sin mayor cuestionamiento desde la ciencia hetero cis normativa. Es irónico también pensar en que ese mismo movimiento fundamentalista anti trans, rasga vestiduras cuando se habla de cirugías en menores de edad transgénero pero nada dicen sobre las mutilaciones genitales cotidianas a las que son sometidas las personas menores de edad intersex con consecuencias devastadoras para su salud física y psíquica porque son cirugías no consentidas por parte de las víctimas, que podemos elevar perfectamente al grado de tortura, tratos cueles, inhumanos y degradantes por parte de los Estados contra la población intersex. 

Lamentablemente vemos como a pesar de las normativas que intentan regular el tema desde los derechos humanos, finalmente las decisiones recaen en el personal de la salud o de justicia, que si no cuenta con información y capacitación, sigue repitiendo prácticas que vulneran los derechos humanos. La demanda de atención de salud sexual se vuelve algo mecánico, con prácticas enfocadas solo en desatascar las listas de espera pero no en la calidad de atención sobre las personas. Por supuesto que esto no es culpa solo del personal de salud, enfrentando siempre a un sistema falto de recursos y apoyo por parte de los Estados. Debemos ser realistas con las expectativas de las personas sobre los tratamientos quirúrgicos y hormonales y la obligatoriedad de informar siempre sobre los efectos secundarios a corto y largo plazo. No olvidemos que son tratamientos experimentales aún, con muy poca inversión en investigación científica porque las vidas transgénero parecen no ser importantes para la ciencia y quienes tienen el financiamiento para investigaciones. 

Les profesionales cisgénero que atienden personas trans, deben preocuparse de cómo lo hacen en términos de la apropiación de espacios y revisar muy bien sus enfoques para no suplantar a las personas trans en sus decisiones. Hay algunos profesionales de salud mantienen aún un discurso sobre el tema donde se plantean como los “salvadores de los trans” o que “dan su atención por lástima” como desde una mirada del discurso del “buen cristiano” omitiendo que el acceso a la salud es en primer lugar un Derecho Humano del que ninguna persona debería ser privada por sesgos de género, sexo, clase, racialización o ningún otro motivo. Esto lleva a la revisión de sus comportamientos éticos al respecto. Así como la iglesia pidió disculpas por sus crímenes contra las mujeres y los niños, niñas y adolescentes, la APA y la OMS, también deberían pedir disculpas por su persecución histórica y prácticas violentas contra homosexuales, lesbianas, personas transgénero y personas intersex. 

Actualmente hay personas cisgénero se resisten a ser nombradas cisgénero, al igual como en los 90`s las personas heterosexuales se resistían a ser nombradas heterosexuales. Acostumbradas siempre a creer que ellas eran lo normal y los homosexuales la anormalidad. En base a esto y sabiendo que la patologización del tránsito de género fue un derivado de la patologización de la homosexualidad, esperemos que algún día en unas décadas más, querer transitar de género sea completamente eliminado de los manuales de enfermedades y la Disforia de Género, el equivalente a la Homosexualidad Egodístonica de los 90`s, sea finalmente eliminada de estos manuales y se terminen de una vez por todas los rezagos de la patologización sobre la población transgénero que aún persisten. 

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