«Las personas transgénero cuestionamos lo que pareciera incuestionable, el sistema binario de género, el mismo que mantiene y replica la violencia de género contra las mujeres y contra cualquier cuerpo que pueda ser leído como “femenino”».
Por Michel Riquelme, Presidente Asociación Organizando Trans Diversidades (@OTDChile)
Publicada originalmente en Yornal.cl
El 16 de mayo de cada año se conmemora el día mundial contra la Homofobia. Recientemente, se le ha agregado la palabra Transfobia, y su acrónimo pasó de llamarse IDAHO (International Day Against Homofobia) a denominarse IDAHOT, al incluir la T.
El origen de la conmemoración de este día, nace para conmemorar el día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales (CIE), aunque la derogación de esta clasificación ya había sido efectuada en el Manual de Trastornos Mentales de la Sociedad Psiquiátrica Americana dos décadas antes de que lo hiciera la OMS.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar a la activista travesti feminista Lohana Berkins, toda una potencia política de la Argentina y de las pocas funcionarias públicas abiertamente travesti de este país. Lohana reflexionaba sobre el concepto de la homofobia, especificando que la palabra fobia, en general, se utiliza para describir una patología que consiste en tener un miedo irracional por alguna cosa o situación determinada. La violencia, discriminación y rechazo contra las personas homosexuales, lesbianas, trans y contra cualquiera que pareciera serlo, ¿se puede justificar aludiendo a una patología? Clasificar a las personas o instituciones de homofóbicas cuando cometen un acto de violencia contra la población LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans, Intersex) equivale a la justificación que se hace de los violadores diciendo que están enfermos, siendo que en realidad son hijos sanos de esta sociedad patriarcal que les enseñó desde pequeños que las mujeres y los cuerpos leídos como femeninos, son violables.
Las personas e instituciones que cometen actos de violencia y discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, no están enfermas y saben muy bien lo que hacen. No son hechos puntuales o aislados, sino que están presente todos los días en el entramado social. Esto es clave para deconstruir las bases de esa violencia: no reproducirla y pararla cuando invade espacios que creíamos seguros como pueden ser nuestras propias organizaciones sociales.
“transexualidad y el travestismo”, siguen siendo clasificadas por la OMS y la Sociedad Psiquíatrica Americana como trastornos mentales y no por casualidad. El uso de la patologización como medida de control social de ciertas poblaciones, no es una tendencia nueva. Ha ocurrido con un sinnúmero de personas que escapaban a los modelos de normalidad impuestos desde la medicina blanca y heterosexual. La estrategias de los movimientos transgénero a nivel mundial ha sido cuestionar precisamente la noción de normalidad impuesta sobre el sistema sexo—género.
Nacer con pene no significa nacer “hombre” o nacer con vagina, nacer “mujer”: la biología no determina el género con el que las personas se identificarán al insertarse en la sociedad. Las personas transgénero cuestionamos lo que pareciera incuestionable, el sistema binario de género, el mismo que mantiene y replica la violencia de género contra las mujeres y contra cualquier cuerpo que pueda ser leído como “femenino”. Las leyes también han sido estategias de defensa contra las opresiones basadas en el género.
La ley de Identidad de Género de Argentina, por ejemplo, establece que no se puede obligar a una persona a diagnosticarse con un trastorno mental a cambio de acceder a la salud, a diferencia de Chile donde los establecimientos de salud, colegios, juzgados y muchas otras instituciones, validan o no los derechos de las personas trans mediante un certificado de trastorno mental.
El modelo de psicopatologización de las identidades trans, fue la inspiración de leyes de rectificación de sexo en los años 80. La única forma en que se reconocía la identidad de género de una persona trans era bajo la lógica del trastorno mental, de ese modo se focalizaba el problema en la persona que no encajaba en el sistema binario de género que le rodeaba sin preguntarse en lo absoluto si ese sistema era o no el adecuado para respetar y validar a todas las personas por igual sin dejar de reconocer las diferencias que nos hacen únicxs.
Con el comienzo del nuevo milenio, la lógica cambió. Todas las últimas leyes sobre identidad de género en países como Argentina, Dinamarca y México, han implementado el reconocimiento de las personas solicitantes, a través de un trámite administrativo simple en el registro civil, dejando atrás torturadores y vejatorios procesos judiciales que cohercioban los derechos humanos de las personas.
Como movimiento trans de Chile, reunides en la Coalición #FuerzaTrans, luchamos por una ley de identidad de género que reconozca a las personas mediante un trámite simple en el registro civil, así como también que reconozca el derecho a la identidad de las personas menores de edad y las personas migrantes, siendo estos últimos grupos a quienes más se les vulneran sus derechos sin tener posibilidades de defenderse ante un Estado que no valida su voz para decir quiénes son.