La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) es una herramienta creada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para hacer reportes transversales sobre cómo funcionan los sistemas de salud. Ha servido para comparar y ver dónde se invierten los recursos. En el documento cada diagnóstico tiene un código, que ha permitido saber, por ejemplo, cómo a medida que un país se desarrolla aumenta la obesidad de sus habitantes.
Esta clasificación mundial se transformó en un documento nefasto para las personas trans cuando en el año 1977 se incluyó dentro de las enfermedades mentales el transexualismo para describir a las personas que no se identificaban con el sexo asignado al nacer.
El psiquiatra infanto juvenil Rodrigo Sierra de Espacio Seguro afirma que estas clasificaciones son muy importantes en su especialidad para saber cuándo un comportamiento es o no un trastorno. Por esto que la transexualidad salga de los criterios de diagnóstico de las enfermedades mentales para él significa que ser transgénero no merece ningún diagnóstico psiquiátrico.
“Desde lo teórico considero que es un avance”, afirma, especialmente por los prejuicios que tiene la salud mental. “Estar fuera de las enfermedades mentales le quita un estigma inmediatamente, pero no es suficiente. Una persona cisgénero no está en ningún capítulo, entonces por qué esa diferencia. Distinto sería que crearamos un capítulo donde estén las diversidades, donde estemos todes, no sólo las personas trans”.
Con el cambio de clasificación ¿qué pasará con la solicitud de certificados psiquiátricos para acceder a tratamientos o intervenciones que modifiquen la expresión de género? Basándonos sólo en lo que dice la CIE, les psiquiatras no tendrían nada que certificar. Su paso a enfermedades de la salud sexual y reproductiva deja abierta la respuesta sobre quiénes harán el “diagnóstico”.
¿Para qué se necesita “diagnosticar” la identidad? Principalmente para el uso de seguros médicos. Sin embargo, esto es cuestionado por le coordinadore de OTD Chile, Michel Riquelme. “En la práctica existen prestaciones médicas que no están reconocidas por la CIE e igual están cubiertas. Hoy el problema no es tanto que se lo mencione en la parte de salud sexual y reproductiva, sino la forma en que se menciona, pues se sigue hablando de diagnósticos, de síntomas. En el fondo nos siguen diciendo que no está bien sentirse trans y eso perpetúa la idea de anormalidad con la que nos han cargado siempre”.
Sin embargo, ¿por qué, por un tema de economía de la salud, se redacta un documento no acorde a los Derechos Humanos y patologizando las identidades trans? “Hay muchos especialistas que creen que es una enfermedad, quizá no apoyan que sea una enfermedad psiquiátrica, pero están elaborando tesis que es una enfermedad biológica, por ejemplo afirmando que cuando eras un embrión recibiste más hormonas sexuales que no corresponden a tu sexo biológico. Entonces seguimos hablando de una causa y siempre que se habla de una causa estás diciendo que es algo anormal y no que es parte de la diversidad humana. Pienso que también atenta contra sus propias identidades de género: dicen si esta gente así de rara es normal, se deben preguntar quién soy. Para que haya normalidad tiene que haber anormalidad. Entonces en su estructura de pensamiento cuando se comparan con nosotres, inmediatamente nos ponen en el lugar de los anormales para ellos seguir siendo lo normal”.
Con este cambio ¿hay algo que celebrar? “Si, va a quedar en la historia como un súper avance, ocurriendo algo parecido a lo que pasó con la homosexualidad. Cuando se eliminó de los manuales psiquiátricos la primera vez, no se eliminó completamente, se cambió el nombre por homosexualidad egodistónica. Probablemente aquí pase lo mismo, si más adelante se elimina la incongruencia de género de la parte de salud sexual, igual se seguirá recordando la fecha en que se eliminó de los trastornos mentales”.
Lo que viene ahora es la implementación en los sistemas de salud, especialmente porque el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) sigue considerando que las personas trans tienen una patología mental. “Su implementación va a depender del operador de salud que te toque o del país donde estés. Por ejemplo, en Chile el manual que tiene más peso en la academia es el DSM, no tanto la CIE, por lo que nuestro trabajo como activistas será hacer una fuerte incidencia para que las políticas que se apliquen sean las de la OMS y el CIE, desplazando al DSM en este aspecto”.
Si esto sucediera, junto a la necesaria y urgente actualización de la Vía Clínica del 2011 y conforme a la Ley de Identidad de Género, que debería aprobarse pronto en el Congreso, el Ministerio de Salud se vería obligado a replantear sus criterios de atención considerando las necesidades de las personas transgénero e incorporando un enfoque de derechos humanos. Sin embargo, otro punto fundamental es que les profesionales de la salud avancen junto a las nuevas normativas.
“En Chile hay médicos que atienden personas trans y que consideran más importantes los papers que escriben médicos en Estados Unidos, que la CIE o el DSM, y tienen sus propios protocolos. Ahí también habrá un debate sobre qué es lo que más importante, qué está primero: un paper que escribió un médico o lo que dice la OMS. ¿Qué pesa más? Porque hoy le puedes decir a un médico que, conforme a mis derechos humanos, no me puede obligar a hacerme exámenes contra mi voluntad y al médico no le importa, igual te obliga y si no le llevas el certificado simplemente no te atiende. Hay un sesgo autoritario de su parte y un desconocimiento de los derechos humanos y las recomendaciones de la ONU”.