Este 27 de abril se cumplen dos años de la publicación de la circular 0768 de la Superintendencia de Educación que reconoce a les estudiantes trans de Chile y obliga a todos los establecimientos a respetar el nombre social, el uniforme y el uso del baño de acuerdo a la identidad de género autopercibida.
Este fue el primer documento que emitió el Mineduc y que, de alguna manera, reconoce legalmente la infancia y adolescencia trans, obligando a los colegios y liceos del país a respetarla. Pero ¿Qué ha pasado en estos dos años? En OTD Chile nos interesó poder rescatar la visión de personas que han trabajado el tema, ya sea porque son madres, activistas o profesionales de la educación.
Ximena Maturana es la coordinadora de la escuela autogestionada para niñes trans Amaranta Gómez y directora de la Fundación Selenna, tiene una hija trans y lleva 3 años como activista. Elles han emprendido este proyecto como respuesta a que habían 6 niñes fuera del sistema escolar. “El sistema educacional formal le está fallando a les niñes”, dice categóricamente.
Su hija socializó su identidad a los 12 años, luego de matricularse en un colegio católico mixto. Si bien la familia lo aceptó, movilizar a la institución a hacerlo fue más complejo. “El primer conflicto era conmigo misma porque yo no tenía ni las herramientas, ni el conocimiento”, cuenta. Mientras el establecimiento argumentó su desconocimiento y posibles conflictos con les demás apoderades, Ximena decidió cerrar el año escolar anticipadamente en 2017, con el objetivo de volver en 2018, pero sólo duró un mes en el colegio.
Profesores que no respetan su nombre social, la invisibilización y presión social la hicieron desistir. “Para uno como mamá el colegio es un lugar seguro, pero empecé a tener inseguridad, mi hija no estaba tranquila, no quería ir, le dolía el estómago, no le decían nada, pero no necesitan decirlo, lo sentía”.
Ése sentir fue algo que Mariela quiso evitar con su hijo, quien inició su tránsito a fines del año pasado y ahora está matriculado en otro colegio. “Estaba desde tercero básico y había tenido problemas para adaptarse, no se sentía cómodo ni con las niñas ni con los niños, no quería exponerse porque no los sentía parte”, cuenta. La búsqueda no fue fácil, gracias a redes con organizaciones y la Oficina de diversidad de la comuna consiguió un cupo.
Es el único niño trans del colegio y sólo lo saben algunas personas. “Me entrevisté con el director , tuvo muy buena disposición, le hablé de la circular, la tenía, pero no sabía mayor detalle porque me hizo preguntas a mí sobre cómo llevar ciertas cosas y yo tampoco sabía mucho”, dice Mariela. “Les fui orientando que tenían que hacer una capacitación y el departamento de diversidad la realizó, fueron todos los profesores que le iban a hacer clases antes de que empezaran el año escolar y me presenté con ellos”.
Ambas madres coinciden en la necesidad de buscar un espacio adecuado para cada niñe y no al revés. “Hay que buscar el lugar adecuado, cuando postulas a tu hije debes pensar si es el lugar que quieres, si encaja en el modelo educativo. Cambié a mi hijo del colegio anterior porque era muy academicista y yo quería otra cosa”, cuenta Mariela.
“La educación es importante, pero colegios hay millones y podemos buscar el espacio para cada une”, dice Ximena. “Cuando empecemos a respetar la diversidad como fuente del ser humano y que todes aquí somos distintes, ahí recién vamos a poder entender que hay cuerpos diversos”.
Mariela también hace un llamado al empoderamiento y formación de les mapadres. “Una como mamá si se preocupa que su hije esté bien debe ser un aporte para las otras áreas, no podemos decir es sólo tu responsabilidad”, comenta. Siendo imprescindible las charlas y capacitaciones en los colegios y liceos a les profesionales. “El desconocimiento de la gente es el que hace que se cometan errores y se estigmatice”.
Ximena va un poco más allá y ve la necesidad de cuestionar lo que se está transmitiendo en el aula. “La circular ayudó a abrir puertas, pero faltan varias cosas. La mayoría de les directores no la conocen hasta que se les presenta un caso en su establecimiento; les niñes tienen el espacio que garantiza la circular pero dentro de la sala de clases son invisibilizados porque la temática no se toca, no se habla, porque tienes que comportarte como une niñe cis, no existe la identidad trans”.
La experiencia de Karyna Durán como psicóloga del Liceo Manuel Barros Borgoño de Santiago, establecimiento emblemático monogénerico de varones, lo comprueba. Lleva siete años trabajando y le ha tocado acompañar el tránsito de dos niñas trans. Al comienzo se sentía ignorante el tema, sólo sabía lo de la Universidad, que una pincelada. “Es como un iceberg”, dice.
“Con los estudiantes y apoderados no tuvimos mayor inconveniente. Sin embargo donde más tuvimos problemas fue con el mundo adulto, con los profesores, asistentes de la educación, decían por qué no se va a un colegio mixto o de mujeres. Fue en el 2016, la discusión se empezó a basar en ése tema, si nosotros somos un colegio de hombres, por qué esta persona no se va a un colegio mixto donde se sienta integrada”, comenta. Una situación que no ha cambiado mucho.
“Existe una circular, sin embargo no se pone en práctica porque hay mucha resistencia a conocer lo que realmente dice, cuáles son los derechos y deberes, porque no es que uno quiera dejar hacer y deshacer a les estudiantes”, dice.
La presencia de mujeres en un Liceo monogenérico de varones tensiona la tradición fue la base de su defensa. “Ellos dicen hay que permanecer con la tradición emblemática, que los profesores y profesoras no están capacitades para enseñarle a mujeres, siendo que el cerebro de una persona en formación es el mismo”.
¿Cómo avanzar? “Hay que mejorar el trato de las instituciones, desde el mundo adulto con les niñes, empezar a formar comunidades de buen trato, ser un poquito más empáticos, hay mucha distinción entre nosotres les adultes y les estudiantes, una separación entre la autoridad que debemos ejercer. En algún momento nosotres tenemos que establecer ciertos límites, pero hay que parar de ejercer el poder hacia les estudiantes porque estamos formando personas. A veces no nos damos cuenta, pero incidimos mucho en lo que pasa en una sala de clases”, dice Karyna.
Para Mariela y Ximena la necesidad de cambiar de colegio a le niñe o adolescente cuando socializa su identidad es el primer paso, así como escuchar y adaptarse a sus necesidades. A lo que se suma asumir una paternidad y maternidad activa que empodere la vivencia de sus hijes.
Kris Córdova, coordinadore de la Unidad de Educación de OTD Chile, explica: “nuestra experiencia trabajando con establecimientos educacionales es que aquí faltó una política pública integral para lograr implementar la circular. Cuando vas a los colegios te das cuenta que no saben cómo interpretarla o no la conocen. Las instituciones no tienen tampoco a quien preguntarle y esto ha recaído en las organizaciones de la sociedad civil que hemos tenido que parchar por así decirlo, para mejorar la implementación. Como recomendación, en vez de circulares deben ser políticas públicas integrales que consideren metas, recursos y seguimiento”.