Han pasado 34 años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad del listado de enfermedades mentales. Desde entonces, el mundo ha presenciado un avance significativo en el reconocimiento de los derechos de las personas gay, lesbianas, bisexuales y trans, a través de normativas de despenalización, descriminalización y legitimación de las vidas de las diversidades y disidencias sexuales y de género.
Estos avances no han sido en vano. Hemos conquistado espacios económicos, culturales, políticos y sociales, logrando que nuestras voces se escuchen y nuestros derechos sean reconocidos. En Chile, esta carrera por la igualdad comenzó con el retorno a la democracia. Desde entonces, hemos visto avances importantes, como la aprobación del Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género. Sin embargo, cada día y noche nos enfrentamos a desafíos constantes para detener el odio que sigue presente en nuestra sociedad.
El monstruo del odio ruge muy cerca. Recientemente, hemos sido testigos del brutal ataque a nuestras hermanas lesbianas en Argentina y del decreto en Perú que reduce a las personas trans a enfermas mentales. Estos actos de violencia y discriminación no solo son un retroceso, sino también un doloroso recordatorio de que nuestra lucha está lejos de terminar.
Frente al odio, surge una pregunta constante: ¿a qué nos aferramos cuando todo parece oscuro y nuestros avances se borran con tanta facilidad? A menudo, parece no haber respuesta. El odio parece más fuerte, y nos gana el cansancio y el temor a que se nos pase la vida luchando. Sin embargo, la respuesta se deja ver cuando estamos juntes, ya sea denunciando la violencia o simplemente compartiendo para distraernos. En esos momentos, algo utópico se vuelve real: espacios comunitarios, donde encontramos la libertad y seguridad para ser quienes queremos ser. Es en esos momentos cuando surge una luz de esperanza, algo tangible a lo que aferrarnos.
La fuerza de nuestras comunidades reside en la cohesión, en nuestra capacidad de estar unides contra el odio, y en fomentar el respeto y el cuidado mutuo. Es fundamental que sigamos avanzando en dignidad y derechos, trabajando juntes para construir una sociedad más justa.
En este Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, recordemos que nuestra lucha no es solo por nuestros derechos, sino por el derecho a vivir en un mundo donde todas las personas, independientemente de su orientación sexual o identidad de género, puedan vivir con dignidad y respeto.