Por Michel Riquelme, Coordinación Ejecutiva, Asociación OTD Chile.
Pocas dudas caben al afirmar que la desinformación y las fake news están siendo usadas
como un arma política para desestabilizar las democracias en todo el mundo.
Lamentablemente el uso de discursos de odio contra minorías étnicas, raciales, sexuales o
contra los derechos de las mujeres, no es algo ajeno a esta realidad y suelen ser moneda
de cambio en política a la hora de conseguir ganar elecciones o negociar políticas públicas
más o menos restrictivas sobre estos temas. Un fenómeno importante en este sentido, son
los que llamo los “influencers del odio”, personas que han descubierto en las redes sociales
una plataforma para ganar seguidores y dinero creando contenidos basados en discursos
de odio contra minorías o sobre temas valóricos supuestamente polémicos. Lo vemos
cotidianamente con influencers que encontraron en este nicho un lucrativo negocio aunque
tengan que traspasar los límites del acoso y la desinformación para lograr sus metas. Un
caso emblemático es el de Emmanuel Danann, influencer libertario argentino, condenado
judicialmente por acosar a una mujer trans.
Con la mayor aceptacion social que ha tenido la homosexualidad en las últimas décadas en
Europa y Estados Unidos y la llegada a puestos de poder de varios hombres cisgénero
homosexuales, parece ser que ahora los dardos han sido redirigidos a otras minorías
sexuales y de género como somos las personas trans, incluso por grupos de personas
cisgénero LGB que ya no nos quieren en sus filas.
Desde diferentes activistas y movimientos a los que podemos desginar como anti género
(en algunos casos especificamene anti transgénero) vemos como se elaboran narrativas
basadas en mitos y fake news para desacreditar nuestras existencias y derechos. Desde
que el Vaticano comenzó a instalar el término “ideología de género” hacia finales de los 90`s
como un ataque al avance de los derechos de las mujeres en temas de salud, trabajo,
derechos conyugales, aborto (asi como contra el avance de los derechos de los
homosexuales y otras minorías sexuales y de género) vemos como el termino rápidamente
fue apropiado y promovido por grupos fundamentalistas religiosos para oponerse a
cualquier política pública que no comulgue con sus ideologías religiosas o intereses
políticos.
Estas terminologías y narrativas anti minorías sexuales y anti derechos de las mujeres,
también han sido apropiadas por políticos, principalmente de sectores de derecha, extrema
derecha y en países altamente autoritarios o dictatoriales, tanto de derechas como de
izquierdas. Adicional a esto, desde un cierto sector del feminismo se comenzó a cuestionar
la existencia y validez de las personas trans en los años 70`s por parte de mujeres
cisgénero que se autodenominaban feministas radicales y se negaban a reconocer a las
mujeres trans como mujeres. Este sector del feminismo hoy en día es conocido como
TERF.
Los argumentos de estos grupos en contra de la existencia y validez de las personas trans,
varían dependiendo del sector, pero en ciertos casos confluyen, especialmente cuando se
trata de atacar la existencia y reconocimiento de las infancias trans. Si ni siquiera pueden
aceptar y validar la existencia de personas trans adultas, menos aún de niños o
adolescentes trans, quienes en la mayoría de países, son tratados como propiedad privada
de sus padres o tutores legales y carecen de mecanismos efectivos que les permitan su real
autonomía progresiva. Esto les convierte en víctimas perfectas de políticos, fanáticos
religiosos, activistas anti género, medios de comunicación, TERF`s y cualquier adulto que
se crea con el derecho de hablar y decidir por ellos, ellas y elles.
Uno de los argumentos que dan quienes se oponen al reconocimiento de la existencia de
infancias trans, incluido el negarles el derecho a decidir sobre su propia salud, es que “la
mayoría se arrepienten”, repitiendo como mantra una antigua cifra del 80% que ya ha sido
ampliamente desmentida en estudios recientes, que por el contrario, indican que el 97,5%
persiste en identificarse con una identidad de género distinta a la asignada al nacer. La cifra
del 80% se usaba en décadas pasadas en base a un estudio que mezcló a niños con
“amaneramientos” haciéndolos pasar por trans cuando no lo eran y por ser tan antiguo, no
tenía los nuevos criterios diagnósticos de la OMS para la Disforia de Género. Aunque la
gran mayoría no se arrepienten, el 2.5% que regresa a la identidad de género que le
asignaron al nacer está en todo el derecho de hacerlo y esta opción también es parte de los
conocimientos que se deben tener antes de iniciar un tránsito de género para poder tomar
decisiones informadas. Lo que es repudiable, es desinformar e inducir pánico en las familias
y niños que están considerando la transición de género u obligar a un niño o adolescente a
ser algo que no es mediante terapias de conversión. Esto último es tortura y siempre debe
ser denunciado ante las autoridades.
Para quienes han podido seguir de cerca la crítica situación de los derechos de las
personas trans en UK y EEUU, no es sorprendente que los partidos más conservadores de
estos países estén haciendo un fuerte lobby y promulgando una serie de medidas para
limitar el acceso de la población transgénero a diferentes derechos, incluido el derecho a la
salud. Varias de estas políticas fueron respaldadas por supuestos estudios científicos que
en realidad provenían de organizaciones que han sido clasificadas como pseudocientíficas y
con intereses anti género como la Sociedad de Medicina de Género basada en Evidencia
(SEGM). Esta sociedad se ha encargado de difundir ampliamente un estudio tipo reporte de
la psicóloga británica Sallie Baxendale, que alerta sobre los supuestos daños neurológicos
de los bloqueadores de la pubertad en infancias trans. Sin embargo, este reporte carece de
ser un estudio de alta calidad científica según la escala GRADE. Quienes se dedican a
hacer seguimiento del financiamiento de estos grupos pseudocientíficos relatan su
vinculación al Partido Republicano de EEUU. Al mismo tiempo, grupos fundamentalistas
religiosos se encargan de viralizar fake news que hablan de “miles de muertes” producto del
uso de bloqueadores de la pubertad y grupos de padres que se oponen al reconocimiento
de las infancias trans, como Transgender Trend en UK y Moms for Liberty en EEUU,
también utilizan estos “estudios” para convencer a otros padres y que no permitan que sus
hijos accedan a terapias trans afirmativas, reemplazándolas por terapias de “tipo
exploratorio”, las cuales están basadas en los principios de las terapias de conversión. En
Chile, estas terapias han sido asociadas a profesionales que se desempeñan en la
Universidad Finis Terrae. Cuestionables estudios sobre el suicidio, están siendo viralizados
ampliamente por la extrema derecha y otros activistas para negar que exista relación directa
entre la atención de salud a infancias trans y el suicidio, bajo narrativas mesiánicas de gente
que decía apoyar la salud trans afirmativa pero “vió la luz” y se arrepintió a tiempo para
“salvar a los niños” atacando descarnadamente cualquier política de salud que avale el
reconocimiento y el derecho a decidir de las infancias trans.
Un argumento de quienes se oponen a los mal llamados bloqueadores de pubertad (el
nombre más adecuado desde mi punto de vista sería aplazadores de pubertad porque los
niños que los usan van a tener su pubertad en algún momento ya sea con hormonas
sexuales propias o exógenas) es que no hay consenso científico sobre su uso. Sin
embargo, entre médicos que atienden personas trans y no tienen objeciones de conciencia
al respecto, si existe consenso y por algo siguen atendiendo. No son médicos
irresponsables que quieren dañar a los niños y solo quieren lucrar con el tema como han
sido vapuleados por personas ignorantes en la materia. Por el contrario, las cifras muestran
que atender personas trans es bastante poco rentable si se compara con otras áreas de la
medicina. El mito de “la industria millonaria del cambio de sexo” ya se usaba en los años
70`s. A algunas personas cisgénero les parecen tan aberrantes estos tratamientos que solo
pueden justificarlo en la ambición de una maligna industria. Sin embargo, según el estudio
“Tamaño poblacional de poblaciones clave de Hombres que tienen Sexo con Hombres
(HSH) y Trans Femeninas en Chile” (OPS 2021) indica que de 305 transfemeninas
encuestadas, solo 28 se habían operado los genitales, ni siquiera el 10%. Si una cirugía
genital puede rondar los 8 millones de pesos, estaríamos hablando de $224.000.000
millones. Si comparamos cifras con otros campos de la medicina como las cirugías
bariátricas, las cuales en Chile alcanzan las 8 mil anuales por un valor aproximado de
$43.716.960.000 millones, los médicos que atienden personas trans y quieran hacerse
millonarios ateniéndonos, están en el área equivocada de la medicina claramente. Sumado
a esto, al igual como ocurre con otros temas mal llamados “valóricos” (el derecho a la salud
no puede ser un tema valórico si mueren personas por falta de atención de salud) como el
aborto, es imposible tener consenso entre un médico anti aborto y otro pro aborto, porque el
anti aborto siempre va a poner su conciencia personal por sobre las necesidades de sus
pacientes. En la atención de salud de personas trans, nos encontramos con médicos que no
nos quieren atender por diferentes motivos, dentro de los cuales también hay temas de
conciencia personal basados en la ideología de sus preferencias religiosas.
El desconocimiento y los prejuicios sobre la atención de salud de personas trans son más
evidentes aún frente a preguntas bastante lógicas como ¿por qué si los bloqueadores de
pubertad son tan dañinos (como dicen algunos autores) se siguen utilizando normalmente
en niños cisgénero? o ¿por qué si las terapias de reemplazo hormonal son tan dañinas, se
siguen utilizando en adolescentes cisgénero? o ¿por qué es completamente válido y legal
extiparle los senos a un adolescente hombre cisgénero con ginecomastia pero no sería
legal extirparselos a un adolescente hombre trans? o ¿por qué los mismos exactos
tratamientos médicos son válidos, aceptados, legales, respaldados científicamente, etc.
para población cisgénero pero no para población trans?
Me hago estas preguntas y la respuesta que me queda luego de leer más de 100 estudios
sobre los efectos de los tratamiento de salud a personas trans, incluidos los de quienes se
oponen al uso de bloqueadores de pubertad (que más allá del experimento con los ratones
no es que hayan aportado mucha evidencia de alta calidad científica al debate) es que
varios activistas y sectores políticos están haciendo una persecución irracional de estos
medicamentos. Dicen que no hay estudios a largo plazo que demuestren la seguridad del
tratamiento o que el ISP no habría aprobado el uso de estos medicamentos para ser usados
en niños trans, lo cual es incorrecto, porque si un niño trans al igual que un niño cis tiene
pubertad precoz, le van a dar el tratamiento igual. Y aún sin pubertad precoz, el tratamiento
se puede brindar de todas formas de manera off label. No es algo ilegal, prohibido o que
requiera autorización explícita del ISP como lo quieren hacer ver. En medicina pediátrica se
usan muchos medicamentos de forma off label. Por ejemplo, la sertralina se usa de forma
off label en niños para tratar la ansiedad. El registro del ISP dice al respecto: “La eficacia del
tratamiento se ha demostrado en un periodo limitado de tiempo, por tanto, el médico que
decida usar sertralina por períodos prolongados deberá evaluar periódicamente la utilidad
del tratamiento”. Lo mismo que critican de los bloqueadores de pubertad se puede leer en el
caso de la sertralina. Sin embargo, no hay parlamentarios, políticos ni activistas
obsesionados con prohibirla.
Este doble estándar es evidente en el debate que han intentado instalar. Exigen un sin
número de estudios a largo plazo y de alta calidad científica que certifique la completa
seguridad del tratamiento. Sin embargo, para validar sus teorías de los supuestos daños
que provoca la salud trans afirmativa, sólo presentan un puñado de artículos, de los cuales
la mayoría ni siquiera son estudios sino que opiniones, noticias o reportes de supuestos
“expertos” en el tema. Los cuales tampoco son expertos, como la misma Hilary Cass (autora
del controversial Reporte Cass) que al parecer es el único estudio que leyeron o les importa
para crear toda una narrativa mediática de los “peligros que esconden” las atenciones de
salud a infancias trans. Quienes defienden y promueven el reporte Cass, justifican la
inexperiencia de Hilary Cass atendiendo infancias trans como algo positivo, ya que así se
puede asegurar una visión “completamente objetiva” del tema. Sin embargo, esto es
absurdo. Difícilmente se puede explicar como algo positivo la inexperiencia sobre un tema a
la hora de realizar una investigación en áreas de salud. Imaginen un Ministerio de Salud que
debe investigar cómo están funcionando las ortodoncias en sus servicios. ¿Van a contratar
a un odontólogo cualquiera o a un ortodoncista con experiencia? Todas las incoherencias e
información sesgada del reporte Cass, ya han sido analizados ampliamente por diversas
fuentes como el reporte publicado por el investigador Carl Horton, el reporte de las
académicas de la Universidad de Yale, Anne Alstott y Meredith MacNamara y declaraciones
de asociaciones médicas de Australia y Canadá por mencionar algunas. Lo más irónico de
todo es que el reporte Cass en ninguna parte dice que se deben “prohibir” los bloqueadores
de la pubertad para infancias trans. Sin embargo, la ex ministra de salud de UK, Victoria
Atkins, conocida por su animadversión a las políticas de inclusión trans y quien ya tenía en
la mira a las infancias trans desde que era Ministra de la Mujer, los prohibió de todos modos
y hasta amenazó a los médicos que siguieran atendiendo infancias trans. Un reciente fallo
judicial determinó que esta prohibición no estuvo basada en evidencia científica sino que en
la visión personal de la entonces ministra Atkins. En la misma línea, el nuevo nuevo
gobierno laborista ya anunciaba en junio pasado que no reconocería a las mujeres trans en
igualdad a las mujeres cis y mantendria los requisitos patologizantes de los cambios legales
de sexo.
Por último, quisiera referirme a lo que han llamado la teoría del “contagio social de la
identidad de género” donde quienes se oponen al reconocimiento de las infancias trans
argumentan que el “dramático aumento de niños y adolescentes trans” se debe a que sería
algo contagioso que se transmite por las redes sociales. Desde mi opinión, no es que exista
un aumento de las infancias trans, lo que existe es un aumento del reconocimiento de la
existencia de infancias trans (la mayoría de personas trans adultas fuimos niños trans solo
que nadie nos reconoció como tales) y este aumento tiene un razonamiento bastante lógico
que no requiere teorías conspirativas que culpan a las redes sociales. Si las personas no
cisgénero somos un cierto porcentaje de la población (3,3% en Chile según encuesta
IPSOS 2023) es lógico que si aumenta la población del país, la población de personas no
cisgénero también aumentará, incluidas las personas no cisgénero menores de edad. Las
infancias que hoy existen y las que van a venir, merecen toda la igualdad de derechos y
políticas públicas que les apoyen basadas en evidencia científica real, no contaminada por
ideologías políticas mezquinas que buscan hacerse con el poder del Estado para imponer
visiones personales a toda una población, incluso a costa de las vidas de estas infancias.