En 2012 llegó la primera persona trans masculina al Complejo Hospitalario Dr. Sótero del Río. Derivada del Programa de Reparación y Atención Integral de Salud, PRAIS, que atiende a víctimas de la Dictadura, al equipo psicosocial de Infectología conocido como Oficina Arcoiris. Allí el equipo multidisciplinario, compuesto por mujeres profesionales, dos trabajadoras sociales y una orientadora familiar, reciben a la persona dando inicio un largo y dificultoso camino para atender a la necesidad de salud de las personas trans.
La orientadora familiar, Jessica Lillo, fue una de sus protagonistas. Trabajó 22 años en el Hospital de la zona sur oriente de la capital y estuvo 10 años integrando el equipo psicosocial de Infectología atendiendo a las personas que viven con VIH/SIDA. Por esto, junto a las trabajadoras sociales Agustina Morales y Laura Toledo comenzaron a recibir, orientar y gestionar horas médicas para las personas trans que les fueron derivadas de los más diversos programas y lugares. A su vez, también buscaron apoyo en OTD Chile para orientar y capacitar a otros equipos que lo solicitaran.
Antes otros profesionales construyeron voluntariamente un flujo de atención a personas trans femeninas, pero cuando aparece este caso todo se removió y comenzaron a crear una nueva línea de atención. “Las personas trans, nos abrieron una nueva necesidad y desafío que no teníamos considerada con anterioridad, enfocada hacia una atención integral en salud desde un enfoque de género y derechos”, explica.
En ese tiempo vieron la necesidad de facilitar la atención, por ejemplo, a una persona que nunca había accedido a alguna atención ginecológica, donde se requerían otros protocolos y sensibilidades profesionales. “Necesitábamos que cuando esa persona se derivara a ginecología, la profesional fuera super sensible, explicara los procedimientos, algo que se hace, pero a veces no hay tiempo porque siempre estamos en la urgencia”, comenta.
Si al principio hubo resistencia, no es tan diferente a la que hoy se impone: si no hay patología, ni vida o muerte, no es prioridad. Sin embargo, a través de un trabajo continuo de capacitación y acercamiento, al que ha contribuído en gran parte Organizando Trans Diversidades, se fueron sensibilizando.
Las circulares 21 y 34 para el uso del nombre social fue, sin duda, un gran respaldo que afianzó el trabajo de un pequeño circuito de atención conformado por la Matrona Jeannette Galvez y la endocrinóloga Dra. Paula Cartes. “Este es un tema que tiene que ver con los derechos humanos, eso ayuda a entender que la identidad de género es una necesidad que para el sector salud debe ser tan importante como cualquiera otra”.
La orientadora valora el avance y la creación del programa como un ejemplo a seguir para otros centros de salud. “Cuando te enfrentas al tema trans hay una interpelación directa a la sexualidad de cada uno y eso nos hace ruido, nos tensiona las propias creencias”, explica Jessica.
Este fue el trabajo que tomaron las profesionales y se lo mostraron al jefe del centro de responsabilidad ambulatoria, el médico José Luis Contreras. Con 30 años de experiencia en la salud pública y dos años en el Hospital Sótero del Río se le confió administrar parte de uno de los centros de salud más grandes del país y tuvo la voluntad de apoyar el programa.
Contreras habla con propiedad sobre el tema, ha tenido que desarmar prejuicios e informarse. No sabía nada de las personas trans. Cuando organizaron una conferencia, se manifestó el interés, salió a la luz el trabajo “clandestino” de las profesionales de la oficina Arcoiris y convocaron a una mesa de trabajo que terminó en lo que hoy es el programa.
“Logramos que el Servicio de Salud, dirigido por el doctor Antonio Infante, pusiera en la mesa una resolución y recursos, porque el Hospital fue un poco más resistente”, explica. “Una de las primeras cosas que me preguntaron: a quién le pidió permiso el doctor Contreras para hacer esto, obviamente yo dije a nadie, porque no hay que pedir permiso para hacerse cargo de un problema sanitario”.
Con recursos asegurados para comprar el tratamiento hormonal de 100 personas, más la incorporación de los medicamentos a la farmacia del Hospital, para agilizar la entrega, se sintieron más seguros para dar el paso oficial del programa el pasado 30 de enero. En un auditorio repleto de usuaries, profesionales y activistas se hizo historia. Ahora el mayor trabajo es derribar los mitos que existen en los casi 3.500 funcionaries. “No podemos obligar a nadie, acá tiene que haber convicción, tiene que haber claridad doctrinaria para involucrarse en un programa de éste tipo”, dice Contreras.
Para este 2018 se espera la conformación de un equipo estable que tenga su propio espacio físico y ya hay cirujanos capacitados para hacer reasignaciones sexuales, por ejemplo. Además se está trabajando con el área de informática para que el nombre social de las personas sea el principal y el nombre legal el que vaya entre paréntesis, no como sucede hasta ahora.
¿Cómo se imagina el programa en unos años?
Con hartas contradicciones porque en el equipo no todos tenemos experiencia en el tema, hay gente que pone más peros que oportunidades, que tiene una mirada más patologizadora que otros. Nos corresponde liderar ese proceso de cómo vamos formándonos y sacando los mitos que existen en personas que son mucho más médicas y no ven el sufrimiento. Creo que son miradas complementarias y ahí hay una disputa ideológica claramente. Sin embargo, es un tema sin retorno, que abre una discusión que va a estar instalada por años. Este es un Hospital que tiene mucha fuerza, lo que nosotros hemos hecho en un año ya es bastante y con esto vamos a tener posibilidades de abrir ofertas en otras líneas.
Por parte del Servicio de Salud, la matrona Cynthia Aranguiz, quien trabaja desde la gestión en el área de Salud Sexual y Reproductiva, contribuyó a que se abrieran los caminos logrando los recursos para la canasta de hormonas requeridas para el tránsito hormonal y a que se dictara la Resolución N°477 que aprueba el Programa. Fue parte de esas mesas de trabajo en que se estableció, por ejemplo, que no era necesario pedir un certificado psiquiátrico para acceder a un tratamiento, pero sí disponer de atención psicológica. Ahora al equipo psicosocial no le hacen falta voluntades, ya que cuentan con 4 endocrinólogos y la reciente incorporación de un psiquiatra.
Ella reconoce lo difícil que fue lanzarse y promocionarlo, a pesar del gran apoyo que recibieron y que está cimentado por el trabajo histórico de las profesionales del pasado. Se emociona al hablar de cómo ha sido trabajar en este tema y lograr con tan poco ayudar a tantas personas. El programa ha generado un interés tan alto que se ha convertido en un faro para otros centros asistenciales, ya que a pesar de que no existe una Resolución o Norma Ministerial, el Servicio sí estuvo dispuesto en hacerse cargo de esta necesidad y brindar el apoyo y respaldo institucional al desarrollo del Programa.
“He trabajado con varias jefaturas y no han tenido esa lucidez cuando uno plantea una disrupción. Este es un pensamiento lateral y es ahí cuando uno de verdad genera innovación”, explica el doctor Contreras.
¿Dónde y cómo funciona?
Saliendo del Metro y entrando al Hospital Sótero del Río a la mano izquierda está el Centro de Atención Ambulatoria. Camino con cuidado, pero me guía Cynthia por pasillos imposibles de recordar. Terminada la entrevista con ella y el Doctor Contreras, me guía hasta donde trabaja Laura Toledo, la oficina Arcoíris. No es fácil de identificar, pero preguntando es posible. No está, quedamos de juntarnos la próxima semana.
Al volver, camino con seguridad y encuentro fácilmente el lugar. Me recibe en una pequeña oficina y con la sonrisa de siempre. Laura es todo lo contrario de los prejuicios que existen de les funcionaries públicos, una profesional entregada, informada y acogedora a quién sólo dan ganas de agradecer. Ella es quién atiende a las personas diagnosticadas como portadoras de VIH y ahora a recibir a les usuaries del programa de identidad de género del Hospital.
Lleva 11 años trabajando allí y maneja perfectamente el tema. Fue una de las profesionales que organizó una serie de capacitaciones en las que participó OTD Chile. Así se ha ido socializando el tema entre les profesionales. El día de la ceremonia de lanzamiento eran 65 los usuaries, en dos semanas aumentaron a 90 y llegan en promedio 3 al día.
El programa está abierto para usuaries de las 7 comunas que tiene a cargo el Servicio: Puente Alto, La Pintana, La Florida, San Ramón, La Granja, Pirque y San José de Maipo. Sólo les residentes de ellas puedan acceder. El primer proceso es acercarse a cualquier módulo de información y solicitar atención con la asistente social. Se le asignará una cita en la que se le explicará en qué consiste la atención y deberán completar una ficha para ver si hay algún problema social que resolver.
Posteriormente se deriva a la psicóloga quien evalúa si necesita o no acompañamiento, o bien da el pase a la atención endocrinológica para empezar el proceso de terapia de reemplazo hormonal. En ese primer control médico se prescriben una serie de exámenes gratuitos que permiten ver el estado de salud de la persona. Con los resultados y, conociendo los cambios que experimentará, se da paso al tratamiento hormonal que requiera le usuarie.
Los tiempos son acotados, considerando el estado de las listas de espera en la salud pública. La atención psicosocial no tarda más de una semana, mientras que la derivación médica tarde entre 2 ó 3 semanas. En promedio una persona trans está recibiendo el tratamiento de reemplazo hormonal en poco más de un mes y medio. “Los plazos son bastante rápidos. Porque es un programa nuevo y la gente que trabaja realmente está interesada en entregar una buena atención, los profesionales están sensibilizados en el tema y eso permitió que hayan sobrecupos en las especialidades”, explica la profesional.
Sobre los resultados de los tratamientos, es imposible categorizarlos. “La idea es que el tránsito de género sea acorde a las necesidades de cada persona, entonces ahí se ve en conjunto con la doctora qué posibilidades hay para cada persona. Es un proceso personal, ninguno es igual a otro”.
Javier es une de les usuaries del programa. Se identifica como trans no binario. Su primer acercamiento al hospital fue en diciembre del año pasado, luego de un año de haber asumido su identidad trans. Hoy tiene 35 años, está esperando hacerse los exámenes de sangre y físicos que le prescribieron para comenzar con la testosterona. Trabaja como adiestradore de perros.
Llegó al Hospital acompañado de otre usuarie, quién le guió en el proceso. Fue recibido por las profesionales, a quienes evalúa bien, a pesar de que su nombre social, hasta la última vez que fue atendide, no ha sido cambiado en la ficha médica. Su mayor objetivo es modificar su voz. “En el diario vivir me incomoda que me traten como mujer, señorita, dama. Antes era una molestia, pero ya pasó un punto que es como si me enterraran un puñal en el pecho”, explica.
El único problema que ha tenido es con el diagnóstico que le asignaron, primero como trastorno de la identidad de género y luego como disforia de género, algo que se está trabajando por cambiar en el área de informática del Hospital. Las profesionales justifican que es un asunto de permisos del software que utilizan, sin embargo, ya existe el caso de une usuarie que en el diagnóstico se puso: sano-transgénero no binarie.
Sobre las resistencias de profesionales o personas que no ven la necesidad de crear éste tipo de asistencia sanitaria, es claro: “es importante, nosotres queremos cambios que son esenciales, o sea, para hacer cosas cotidianas hay discriminación y esas pequeñas discriminaciones se van sumando y psicológicamente uno tiene que estar super estable, fuerte, para soportarlo a diario”.
Texto: Cristina Soto Quiroz
Fotografías: Baird Campbell.