El 29 de mayo de este año, la periodista Sabine Drysdale publicó en Bio Bio Chile un reportaje titulado “Pubertad interrumpida: niños trans inician tratamiento hormonal en medio de controversias”. Este extenso artículo presenta la transición de menores de edad de manera negativa, utilizando experiencias de niñeces que han desistido, junto con citas sacadas de contexto, entrevistas sesgadas y una selección antojadiza de estudios desactualizados. A pesar de mencionar a OTD Chile, Drysdale nunca se acercó a nuestra organización ni contrastó su información con otros especialistas. Hoy, ejercemos nuestro derecho a réplica no sólo para ofrecer nuestra versión sobre este tema, sino también para enfrentar el sesgo conservador, carente de empatía, adultocentrista y la desinformación presentes en esa publicación.
Lo primero que hay que contextualizar es que las personas trans existimos, no somos una moda, tendencia o capricho, y nos enfrentamos a innumerables barreras para obtener información veraz y de calidad que permita darnos las respuestas a nuestras diversas percepciones respecto a como vivenciamos el género; y lo que nos provoca la imposición de un género derivado de las características genitales, lo cual vulnera nuestra identidad, a diferencia de todas las personas cisgénero.
En segundo lugar, valoramos que en el último tiempo, las ciencias sociales han sofisticado sus métodos de estudio, pudiendo reconocer cuantitativa y cualitativamente las experiencias de personas trans de todas las edades, lo cual ha impactado directa y positivamente en que exista más y mejor información para realizar tránsitos sanos y seguros para todas las personas trans, en especial para niños, niñas y niñes, quienes por cierto, enfrentan el principal obstáculo en los prejuicios, expectativas y creencias de sus propias familias, lo que limita la posibilidad de reconocer libremente su propia identidad, sin la presión de un entorno y una sociedad que sigue entendiendo la identidad de las personas trans como un error.
Parcialidad en los relatos
La antojadiza selección de relatos en este reportaje sugiere una realidad en la que la mayoría de las niñeces trans desisten de su transición o se vuelven infelices por hacerlo. Sin embargo, esto no refleja la realidad. Según estudios científicos recientes, la gran mayoría de les jóvenes trans que reciben apoyo adecuado en su transición experimentan una mejora significativa en su bienestar y salud mental.
Lamentamos el énfasis aplicado en testimonios de padres y madres horrorizados porque sus hijes se declaran trans, lo cual evidencia claramente los prejuicios de una sociedad trans excluyente. ¿Por qué es tan terrible que sus hijes sean trans, gays, lesbianas o tengan cualquier identidad que no sea la heterosexual o cisgénero? Estas actitudes, que rechazan y desprecian nuestras vivencias día a día, son la base que sigue incrementando las numerosas ideaciones suicidas entre personas trans. El problema no es nuestra identidad de género, sino la constante y agobiante lucha que debemos enfrentar, contra una sociedad que nos odia y desprecia.
Respecto al aumento de niñeces trans y la forma en que grupos anti-derechos se refieren a las personas trans como una “plaga” que se contagia por redes sociales, una “moda” o una “ideología”, Drysdale omite que las personas trans históricamente siempre hemos existido, incluso antes de la invención de la religión cristiana. Estudios arqueológicos datan la existencia de personas trans desde 5.500 años antes de Cristo, en múltiples culturas alrededor del mundo. Siempre ha habido un porcentaje de la población mundial que ha sido transgénero y seguirá siéndolo. Según la encuesta IPSOS 2023, un 3% de la población se identifica como transgénero o con una identidad no cisgénero.
En números, esto implica que si en 2010 había 6.863.879.342 de personas en el mundo, aproximadamente 205.916.380 de ellas eran trans. En 2020, con una población mundial de 7.800.124.000 personas, unas 234.003.720 eran trans. Esta cifra seguirá aumentando año tras año, ya que la población mundial continúa creciendo. Es lógico que, al aumentar la población, también aumente el número de personas trans. Esto no es una moda ni una ideología, como pretenden hacer creer los sectores que históricamente se han negado a los avances en protección de derechos de comunidades que han sido históricamente vulneradas, como la nuestra.
Sobre el binarismo de género
Si Sabine Drysdale nos hubiera entrevistado para contrastar las declaraciones que presenta en su artículo, sabría que desde OTD Chile reconocemos que muchos acompañamientos en la transición de género caen en el binarismo de género.
El reportaje habla de un libro que establece que “más del 95% de los niños que empiezan con bloqueadores de pubertad pasan a hormonas cruzadas y completan su tránsito”. Si se nos hubiera consultado, habríamos aclarado que no existe un “tránsito completo”. Esta es una idea impuesta por la medicina con un enfoque por defecto cisnormativa, para distinguir a las personas trans que desean operarse los genitales de las que no.
No es necesario tomar hormonas ni someterse a cirugías para ser trans; una persona trans está completa con o sin hormonas y/o cirugía.
Nos han educado socialmente con el discurso de que los hombres y las mujeres están en dos extremos opuestos y complementarios, instaurando la heteronorma y la cisnorma, que son la obligación social de ser heterosexual y cisgénero.
Al mismo tiempo, se ha instalado de manera arbitraria que las características sexuales son un género y que un género tiene características sexuales determinadas. Esto, aunque a muchos les parezca obvio, no es así. La prueba de ello es que las personas trans existen y no requieren el permiso de nadie para serlo. En diversas culturas alrededor del mundo existen personas con cuerpos de hembra que viven en un género masculino, personas con cuerpo de macho que viven de manera femenina o personas que se sienten más cómodas en un género que no sea ni masculino ni femenino, osea no binario.
En este mismo sentido tampoco existe el cambio de sexo porque una cirugía o un tratatamiento hormonal no altera el sexo cromosómico de las personas. Cualquier intervención quirúrgica en las características sexuales es una modificación de la expresión de género para adecuarla a la identidad de género de cada persona. Una persona que nace hembra, independientemente de su género, podrá gestar y una persona que mantenga sus testículos podrá fecundar si así lo quiere. Las cirugías para modificar la expresión de género y sentirse a gusto con el cuerpo tampoco son exclusivas de las personas trans. En efecto, el aumento de pechos, la reducción del tamaño vaginal o el agrandamiento del pene, son procedimientos que las personas cisgénero se realizan todos los días y no son cuestionadas por ello. Pero si se trata de personas trans decidiendo sobre sus cuerpos, aparecen un sin fin de personas cisgénero a opinar si esta bien o no.
Hablemos de estudios y datos
Sabine Drysdale seleccionó ciertos estudios para apoyar el argumento esgrimido a lo largo de todo su reportaje, ignorando otros, técnica comúnmente usada para desacreditar una postura pro derechos trans. Aunque los grupos conservadores y fundamentalistas religiosos suelen ser “escépticos” respecto a los avances científicos, recurren normalmente a la “ciencia” para justificar sus opiniones sobre asuntos trans. Afirman, basándose en estudios desprolijos y faltos de objetividad real, que la mayoría de las niñeces trans “desisten” de su transición al llegar a la adultez, viviendo conforme a su género asignado al nacer como cualquier persona cisgénero. Pero, ¿a qué estudios se refieren cuando dicen que entre un 80% y 90% de los niños revierten su transición al avanzar la adolescencia? ¿Son todos los estudios iguales y debemos confiar en cualquiera que parezca científico?
El sesgo es un error sistemático, que ocurre al seleccionar o favorecer unas respuestas sobre otras. Toda persona es necesariamente sesgada debido a las influencias y experiencias que nos forman. Esto no significa que todos los estudios estén mal o que no se deba confiar en la ciencia. Al contrario, el método científico, cuando se aplica correctamente, es nuestro mejor resguardo contra el sesgo, pero este no es el caso.
Al igual que los sectores anti género, la periodista utiliza el Cass Review como una fuente de argumentos iluminados e incuestionables. Destaca el caso de Inglaterra como un país “a la vanguardia en el tránsito de niños” (¿en base a qué? no se sabe). Omite mencionar que Canadá, Países Bajos, Bélgica, Alemania, Austria, Suiza y muchos estados de los Estados Unidos rechazaron el Cass Review. También pasa por alto que Hilary Cass, la autora del informe, no tiene experiencia previa en la atención de personas trans. Resulta llamativo que el Gobierno de Inglaterra, conocido por sus posturas anti transgénero, haya contratado a una médica sin experiencia en este campo para investigar un tema tan crucial para una población que constantemente está siendo objeto de ataques. La falta de transparencia en la selección y presentación de estas fuentes genera dudas sobre la objetividad y la imparcialidad del reportaje.
Otro argumento que ha sido desmentido en reiteradas ocasiones es el mito que el 80% de las infancias trans se arrepienten, repetido como un mantra por sectores anti trans para invalidar la posibilidad de transitar de género siendo menor de edad. Esta cifra del 80% es engañosa, ya que se basa en una investigación que dio seguimiento a varies niñes inconformes con su género, no sólo a aquellos que se identifican como trans. Este mito ha sido difundido por grupos anti derechos, basándose en un estudio de los años 90`s, donde se estudió a un grupo de “niños afeminados” que no necesariamente eran trans. Además, los criterios del DSM IV para diagnosticar trastorno de la identidad de género en niños eran muy ambiguos en esa época, bastaba con que a un niño le gustara jugar con muñecas para ser diagnosticado con este “trastorno”.
Estudios modernos que se realizaron específicamente con niñeces trans (el más grande a la fecha con 317 casos) muestran que sólo un 2,5% desistió de su transición de género después de 5 años de seguimiento.
Una vez más, el sesgo en la selección y presentación de estas fuentes genera dudas sobre la objetividad y la imparcialidad del reportaje, dejando entrever una intencionalidad en las fuentes utilizadas y en las que se omitieron, además del estilo de preguntas prejuiciosas. Esto plantea interrogantes sobre la verdadera intención detrás del enfoque del reportaje y si realmente busca ofrecer una visión completa y equilibrada sobre la transición de género en menores de edad. Esta omisión de datos relevantes y la selección sesgada de información socavan la credibilidad del artículo y pueden llevar a conclusiones erróneas por parte de las personas lectoras: el pánico social, basado en la ignorancia y prejuicios que están enquistados en nuestra sociedad, lo cual se vuelve evidente al leer los comentarios de lectores en la publicación de Bio bio.
Nuestra postura siempre ha sido comunicar e informar los efectos secundarios de los bloqueadores e insistir que el uso de bloqueadores u hormonas no te hace más ni menos trans. Defenderemos el derecho de toda persona a decidir sobre su cuerpo, libre de presiones familiares, sociales, del Estado, de religiones o de cualquier coerción que le obligue a someterse a tratamientos no consentidos. Rechazamos firmemente que grupos anti derechos y anti género utilicen el tema de los bloqueadores de pubertad para intentar eliminar cualquier tipo de atención de salud o derecho a la identidad de las personas trans. Estos ataques ya ocurrieron durante la tramitación de la ley de Identidad de Género, donde sectores conservadores trajeron desde Estados Unidos a personas que ellos llaman “trans arrepentidos” para intentar boicotear la ley. Sin embargo, en los cuatro años desde su promulgación, esta ley ha permitido que más de siete personas trans al día ejerzan su derecho legal al reconocimiento de su identidad de género. Identidad que también puede volver a la identidad de género asignada al nacer si la persona trans así lo requiere. Según U.S. Transgender Survey de 2015, donde se encuestó a más de 27 mil personas trans, un 8% declaró haber regresado a la identidad de género asignada al nacer por diversos motivos. Entre los más frecuentes estaban por rechazo familiar, porque la experiencia de tránsitar de género habia sido muy dura y por haber sufrido acoso y discriminación. Las personas trans podemos transitar de género varias veces, esto se conoce como re-transitar de género.
No compartimos el uso del término de-transitar porque es utilizado por grupos anti derechos para atacar personas trans, tal como ocurrió con el término “Ex-Gay” cuando la OMS eliminó la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
En nuestra comunidad existen personas trans que han regresado al género asignado al nacer y eso no es ningún problema, siguen siendo parte de nuestra comunidad y siguen siendo trans porque la experiencia de transitar de género no se puede borrar.
¿El lenguaje construye realidades?
El reportaje de Sabine Drysdale comparte otro modus operandi de los sectores conservadores extremistas y de los movimientos anti-LGBTQ+: Utilizar un lenguaje estratégico y emocionalmente cargado para alarmar a las familias y a la población en general sobre lo que ellos llaman una “ideología de género”.
En el reportaje vemos la exageración de casos aislados de malas prácticas o controversias, que son exagerados y presentados como la norma. Un incidente en una escuela o la conducta de una sola persona LGBTQ+, se generaliza para estigmatizar a toda la comunidad o a todas las políticas inclusivas, por ejemplo:
“(…) y quedé tan impactada con lo que le dijo: le tienes que decir a tu mamá que te vas a cortar el pelo, que te vas a cambiar el nombre, te vas a llamar Roberto y después vamos a ver el tema del cambio de nombre registral, legal y la medicación que vas a tener que tomar, las hormonas para masculinizar tu cuerpo.”
Otra técnica utilizada en este trabajo es el uso de un lenguaje cargado de emociones para resonar con las preocupaciones de la gente. Palabras como “brutal”, “terrible”, “doble estándar” y “acechar” son comunes en su retórica. Esto busca crear una reacción visceral y movilizar a las masas contra lo que perciben como una amenaza inmediata.
A las personas que trabajamos en materia de derechos humanos de personas trans y no binarias, la llegada de estos argumentos no nos sorprende; es la misma estrategia que se ha instalado en otros países, como Inglaterra, por parte de sectores anti género, anti derechos y feministas trans-excluyentes. Como OTD, no nos oponemos al debate informado sobre la mejor manera de acompañar transiciones, sin embargo, esto debe hacerse poniendo toda la información disponible sobre la mesa, no buscando desinformar ni generar pánico o rechazo en la población. La narrativa de “con los niños no” ha sido frecuentemente utilizada por estos sectores, como lo fue el trans odiante bus de la libertad, que llegó a Chile en 2017. La historia demuestra que cuando se prohíbe el acceso a un determinado medicamento o tratamiento, las personas recurren a la clandestinidad, arriesgando de forma considerable sus vidas por ello. Es deber del Estado garantizar que eso no ocurra. La salud trans afirmativa salva vidas, eso está demostrado por evidencia científica. El uso o no uso de bloqueadores es una parte del asunto y debe ser abordado en cada caso, ya que no existe una receta idéntica para todas las personas trans. Quienes buscan eliminar la salud trans afirmativa solo porque va en contra de sus ideologías políticas o religiosas, en el fondo, desean que las personas trans dejemos de existir y eso se conoce en Chile y en todo el mundo como exterminio.