Es difícil hablar de memoria trans sin pensar en todas las barbaridades que han atravesado las trans diversidades a lo largo de sus vidas, que históricamente han sido discriminadas, perseguidas y asesinadas por un sistema político social, que bajo influencias judeocristianas ha justificado una y otra vez estos actos. Al hablar de memoria trans, no podemos sino recordar a todas las víctimas que se ha llevado este sistema y se sigue llevando hasta el día de hoy.
Y es que lamentablemente en el año 2022, con facilidades para el acceso a la información, un Estado de Derecho funcionando y con algunas leyes de protección ya en marcha, nuestra esperanza de vida se sigue manteniendo en unos diferenciados 35 años respecto a la media de 80 años de la población cis género.
Esta cifra le enrostra a la sociedad actual las graves vulneraciones que viven las trans diversidades: el difícil acceso a la salud, la segregación y exclusión de espacios familiares, educacionales, laborales, de afectos y tantos más. Son vulneraciones continuamente invisibilizadas, perpetradas en el tiempo, experiencias inhumanas que se han vuelto comunes para la comunidad trans en todas las latitudes del Mundo. Vulneraciones que hacen imposible romper con una condena reforzada por la falta de empatía, la indiferencia, las burlas, el acoso y la violencia desde la infancia. Una condena que probablemente se mantenga por varios años más.
Hablar de memoria trans es cuestionar esta realidad impuesta y declararla inaceptable para el futuro, es exigir un cambio real no solo para las vidas de las nuevas generaciones, sino para las antiguas también, es hablar de reparación, de orgullo y dignidad, de reconocimiento a todas esas víctimas invisibilizadas, de intolerancia a los discursos odiantes.
La memoria, las experiencias de quienes vinieron antes, sus penas, sus glorias, sus vidas, deben ser el motor de cambio para esta realidad.
Hablar de memoria trans es hablar de cohesión comunitaria, es hablar de amor. No ese amor romántico heterosexual, sino un amor que se ha vuelto sinónimo de dureza, de disidencia. Ese amor que sentimos les más jóvenes cuando nos sentamos a conversar con les mayores. Ese amor que surge cuando caminamos de las manos con nuestres amigues, para demostrarle al mundo que no estamos soles. Y es que frente a la adversidad, nuestra comunidad ha logrado sobrevivir, cuidándose mutuamente, forjando las herramientas necesarias que se requieren para doblegar la crueldad de la norma.
Sobre todas las cosas, hablar de memoria trans es hablar de resistencia, de fortaleza. Cuando hablamos de memoria también hablamos del mañana, de los nuevos días que van a germinar de la lucha que sembramos en conjunto hoy. La memoria es ese punto de encuentro, de unión.
Recordamos a quienes ya no están y celebramos la historia de quienes siguen en pie, exigiendo dignidad, reparación y justicia.
Ignacia Oyarzún,
Coordinadora Unidad de Legislación y Políticas Públicas de OTD Chile.