Columna de Janet Mock: “Les jóvenes comprenden los derechos Trans. Son les adultes quienes no lo hacen”.

Cuando era una estudiante de secundaria en Honolulu, me sentaba con mis amigas mujeres en las graderías del anfiteatro cada mañana. Nos juntábamos en el mismo sitio y conversábamos durante una hora antes de que la clase comenzara. Chismeábamos y nos reíamos, nos desvanecíamos por Justin Timberlake y tomábamos de nuestras tazas de café, que nos hacían sentir tan “adultas”. Era nuestra versión del “Central Perk” de “Friends”.

Me sentía como cualquier otra estudiante, simplemente una de las chicas, hasta que una mañana cuando la vicedirectora, quien siempre me había mirado de manera curiosa, me detuvo cuando seguía a mis amigas al baño. La administradora me dijo que fuera con ella. Caminamos a la oficina de enfermería, un viaje de 5 minutos desde el salón de clases, donde ella me apuntó a una casilla de baño individual.
“Este es donde debes ir” me dijo.

Camine al baño en silencio. La vicedirectora y la enfermera me miraban.

Solo tenía 15 años, y obedientemente use ese baño por el resto del año. Entonces no sabía que tenía voluntad y podría haberme defendido a mi misma de las figuras de autoridad. También estaba acostumbrada a hacer compromisos para que les adultes alrededor mío se sintieran comodes. Eso fue en 1998.

Cerca de dos décadas después, la administración del presidente Trump ha revocado las ordenanzas puestas en marcha por la administración de Obama que mandaba a los colegios permitir a les estudiantes trans usar el baño que correspondiera a su identidad de género.
Pero no sin luchar: La secretaria de Educación Besty DeVos estaba reticente a retirar la política de los baños al principio. La cantante clásica Jackie Evancho, quien cantó el himno nacional en la inauguración del señor Trump, solicitó una reunión con el presidente para discutir los derechos Trans con su hermana Juliet, una adolecente transgénero. Activistas protestaron el miércoles por la noche en frente de la Casa Blanca, junto a Gavin Grimm, un estudiante transgénero de 17 años de Gloucester, VA., cuyo caso usando los baños de chicos en la secundaria será discutido por la Unión de Libertades Civiles Americana en la Corte Suprema en marzo.

Por la anulación de esta protección para la no discriminación, la Administración Trump declara que está protegiendo a les niñes (no de les abusadores o de la amenaza adulta, sino de sus propies pares). Esto me enfurece. Yo se cuan conflictivas se pueden poner las cosas cuando les adultes sobrepasan sus límites y se insertan elles mismes (sus políticas, sus miedos, sus prejuicios, su ignorancia) dentro de las vidas de les jóvenes.

Detrás de la puerta cerrada del baño de la oficina de enfermería, lloré por el rechazo y la vergüenza de ser separada de mis amigas y que me dijeran que no pertenecía a ellas. Llegué al salón esa mañana 15 minutos tarde con los ojos hinchados. Mis amigas me dieron una mirada curiosa y compasiva. Ellas querían saber qué pasaba, pero no tuve una respuesta para ellas. Me tomó semanas explicarles que debía usar un baño separado porque yo era un tipo diferente de chica.

Estaba en séptimo grado cuando por primera vez comencé a identificarme como trans y expresé mi identidad de género como una chica. Mi transición social comenzó con dejarme crecer el cabello y usar ropa y maquillaje que me hacían sentir como una Destiny’s Fourth Child. Este movimiento en mi estética personal me hizo sentir bien sobre mi cuerpo, confiando en mi apariencia y con alivio en el marco social donde mis pares fueron también explorando, cambiando y creciendo.

Estábamos todes en proceso, una generación que creció viendo a personas gay en televisión, como Wilson Cruz en “Es mi vida” y Ellen DeGeneres en la comedia “Ellen”. Nos elevábamos con el conocimiento de que no todes éramos iguales, y eso estaba bien.
Hacia el final de mi año como estudiante, comencé mi transición médica. Pronto después de eso, me volví a presentar a mis compañeres como Janet en la asamblea de “vuelta al colegio”. Mis pares, quienes votaron por mí para formar parte del centro de estudiantes el semestre anterior, me aplaudieron.

Decir que amé el colegio sería un eufemismo. Era mi oasis, mi santuario.

Era la tesorera del curso, una par mediadora, la capitana del equipo de volleyball y tocaba la tuba en la banda escolar. Era la que entusiasmaba a les estudiantes quienes regularmente podían ser vistes corriendo a través de los halls, desde las reuniones del centro de estudiantes a las sesiones de lluvia de ideas del periódico y luego a la práctica de gimnasia.

Pero las cosas comenzaron a cambiar después que la administradora me bloqueara el acceso al baño con mis amigas. En mi segundo año de secundaria fui expulsada de clases cada vez que usaba una falda, una blusa o un vestido, cualquier cosa que no estuviera dentro de la construcción binaria del colegio. Fui enviada a casa a cambiarme una docena de veces cada año. Repetidamente no fui llamada por mi nombre y por los pronombres de género erróneos por les matones del colegio, pero más frecuentemente por les adultes obstinades con crear un ambiente seguro, de bienvenida y positivo para les estudiantes.

Yo era una chica trans negra nacida en Hawai del hogar de una madre soltera. No era ingenua, supe que esa prueba era parte de mi crecimiento, entonces usé una sonrisa cada día como parte de mi armadura. No quería que nadie viera que tenía dolor, que me sentí como que no pertenecía ahí, y que mi cuerpo, mi ropa, mi ser estaban equivocados.

A pesar de mi resiliencia, estuve cerca de no aprobar mi segundo año de secundaria. Me iba a casa cada noche y deseaba nunca volver. La prueba de levantarse, vestirse, caminar al colegio y encontrarme con hostilidades cada día caló hondo en mí.

El 30% de les jóvenes transgénero reportan una historia de al menos un intento de suicidio, de acuerdo a un estudio publicado el año pasado, y cerca del 42% se ha auto infringido heridas. Yo sé de primera fuente, cuán vital es para la gente joven, para todes nosotres de hecho, ser aprobade, aplaudide y tener las puertas abiertas. Es incluso más urgente para les estudiantes marginades por sus habilidades, raza, clase, estado de inmigración, religión, orientación sexual e identidad y expresión de género.

Eventualmente, con la ayuda de mi madre, fui transferida a una escuela en mi año de preparatoria que ofreció el apoyo que necesitaba, donde les adultes estaban enfocades en mí. Estaba creciendo cómoda en mi propia piel mientras descubría que amaba, que quería hacer, que quería ser y que sentía que podía hacerlo. Me fue dado el mismo acceso a las instalaciones y fui llamada por mi nombre. Me gradué con una beca escolar para la universidad.

Mis profesores invirtieron su tiempo en mí, y creyeron en mis habilidades para convertirme en la primera de mi familia en ir a la universidad. Me gradué en la Universidad de Nueva York, trabajé para la revista “People”, produje y dirigí espacios abiertos de proyectos de televisión, le di los 5 a Oprah Winfrey en televisión nacional, tuve un lugar en el Marzo de la Mujer en Washington y escribí dos libros sobre mi experiencia.

Les jóvenes lo consiguen fuertemente, son les adultes como les de la administración Trump quienes no se dan cuenta marcando a les jóvenes en consecuencia unes contra otres. Esto anima a unes a ser matones y a usar a otres con objetivos siniestros.

Estos ridículos temas acuñados son pérdida de nuestro tiempo y recursos. Estamos aquí hablando de los baños, la gente deberá usarlos para sus asuntos en paz.

Cuando a les estudiantes trans les dicen que no pueden usar las instalaciones públicas, no solo se les bloquean de usar el baño, también les bloquean de su vida pública. Eso les dice con cada burla, cada puerta cerrada, que no queremos verles, que deberían irse lejos y finalmente no pertenecen ahí. Cuando las escuelas se convierten en un ambiente hostil, que no pueden volcarse en les estudiantes, en vez de eso les estudiantes son expulsades y sin una educación, se les hace mucho más difícil encontrar un trabajo, mantenerse por sí mismes y sobrevivir.

Esa es la situación que la administración Trump ha creado. A pesar de la cultura del miedo, ignorancia e intolerancia que penetra en nuestro país justo ahora, estoy aquí para decirle a cada une y todes les estudiantes que tú perteneces aquí, y no hay nada, absolutamente nada malo en ti.

Fuente: The New York Times (En inglés)

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